Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, más próximamente Bolivia) y la UE han negociado durante un cuarto de siglo y han acordado el 6 de un gran pacto comercial, pese a la oposición de importantes sectores en ambos lados, en especial los agricultores y los ecologistas europeos, y los industriales latinoamericanos.
Opiniones.
Pellicer y Sánchez en La UE y Mercosur logran un acuerdo comercial tras 20 años de negociación [“El País” (30-VI-2019)] resumían la importancia del primer acuerdo de junio de 2019, aunque restaba su confirmación por los países, lo que a la postre lo interrumpió:
‹‹La UE ha logrado cerrar este viernes con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) el mayor acuerdo comercial alcanzado nunca por los Veintiocho. El pacto, que se ha demorado durante casi dos décadas de negociaciones, dará acceso a las empresas europeas a un mercado de 260 millones de consumidores, según confirmaron fuentes comunitarias. Con su firma, la UE se reivindica como bastión del libre comercio en una época marcada por las políticas proteccionistas de Estados Unidos y China, aunque el texto debe obtener todavía el visto bueno de los Estados miembros y el Parlamento Europeo, que podrían exigir cambios.
El pacto se ha sellado en una reunión de alto nivel en Bruselas, después de que en las últimas semanas España y Alemania le dieran un nuevo impulso para vencer las resistencias que levanta en el seno de la UE por sus posibles efectos sobre el sector agrícola. (...)
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha estado entre los más escépticos hasta última hora, por ese motivo y por la inquietud ambiental que despierta la posibilidad de que Brasil abandone los Acuerdos de París contra la emergencia climática. (...) las principales entidades agrarias se han dirigido a la Comisión Europea para que frene el acuerdo. “Las decisiones que se tomen ahora sobre el comercio afectarán a los cimientos de la vida europea de las próximas generaciones, especialmente en un momento en el que el sector agrícola está buscando asegurar su renovación generacional”, advirtió la patronal agraria Copa Cogeca.
También hay recelos al acuerdo de algunos países de la UE. Francia, Irlanda, Bélgica y Polonia advirtieron por carta a Bruselas sobre los riesgos que el acuerdo podía entrañar para “el sector agrario y ganadero”. Y es ahí donde han estado los principales escollos de la negociación, según fuentes comunitarias: en la ternera y el azúcar. (...)
El acuerdo permitirá a las empresas europeas suprimir de golpe unos 4.000 millones en aranceles, que beneficiarán sobre todo a la industria automovilística —a la que hasta ahora se imponen unas tasas del 35%—, de maquinaria (14%-20%), química (18%) o farmacéutica (14%). Pero también derriba barreras en sectores como el textil, el calzado, vinos o licores. A cambio, dará impulso a las exportaciones, que son sobre todo de productos agrícolas y ganaderos, de los países de Mercosur a Europa. Y de paso, permitirá a la actual Comisión sacar pecho tras haber culminado también las negociaciones con Canadá y Japón.
Ya sin ese acuerdo, las relaciones entre la UE y esos cuatro países eran muy intensas. Las exportaciones de Mercosur a la UE alcanzaron los 42.600 millones de euros en 2018, mientras que en sentido contrario llegaron a 45.000 millones de euros. Prácticamente la mitad del comercio desde Mercosur corresponde a agricultura y ganadería, mientras que en el caso de la UE esos productos apenas suponen el 5% de las ventas.
El sector agrario español ha mostrado también su inquietud por el volumen y las condiciones que se fijen para las importaciones de carnes de vacuno y de pollo, azúcar, arroz y especialmente zumos y cítricos. (...) Mercosur es el principal proveedor de productos agrícolas de la UE con el 20% y casi del 70% de los productos para la alimentación animal, fundamentalmente de Brasil. Cerca del 80% de la carne de vacuno importada procede igualmente de esa zona. En el caso de España, Brasil es el segundo proveedor de productos agroalimentarios después de Estados Unidos, entre los países extracomunitarios, y Argentina el tercero, en estos casos, con una balanza muy deficitaria.››
El 6 de diciembre de 2024, tras cinco años de suspensión del anterior pacto, se logró uno nuevo, que comenta el editorial La UE y Mercosur: una tercera vía [“El País” (7-XII-2024) https://elpais.com/opinion/2024-12-07/la-ue-y-mercosur-una-tercera-via.html]. El acuerdo comercial ratifica una apuesta por el
multilateralismo como alternativa a la guerra comercial entre China y EE UU, pero habrá resistencia en Francia y otros países, por la presión de los agricultores y ecologistas: ‹‹Después de años de
negociación, la Unión Europea y los países que forman Mercosur cerraron este
viernes un un acuerdo (...), que afecta a más de 700 millones de
personas y supondrá la eliminación de más del 90% de los aranceles sobre las
exportaciones de bienes entre los Veintisiete y Argentina, Brasil, Paraguay y
Uruguay (Bolivia se incorporó este año a la alianza). (...) la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen,
ha aprovechado la crisis de Gobierno en París para cerrar la negociación.
Con este acuerdo ambos bloques
envían un potente mensaje en tiempos de proteccionismo y amenazas de guerra
comercial (...). El pacto se supedita al
cumplimiento de los compromisos medioambientales del Acuerdo de París y a
acabar con la deforestación para 2030, además de equiparar las normas
ecológicas y de seguridad alimentaria para que los productos europeos no estén
en desventaja. Esos eran los principales obstáculos que subrayaban los socios
más escépticos, liderados por Francia, que parapetaban en ese argumentario una
posición muy marcada por sus intereses nacionales. Además, se reducen los
aranceles a los vehículos europeos del 35% al 25% y otros que afectan a las
industrias farmacéuticas y químicas, aspectos decisivos para España y Alemania,
dos de los principales impulsores.
El mensaje político que busca la
UE es inequívoco. Los Veintisiete apuestan por construir alianzas y por un
orden global multilateral en un mundo en el que dos de sus mayores socios
comerciales, EE UU y China, son cada vez menos fiables. (...) Para
Bruselas, el acuerdo es una vía para contrarrestar la creciente influencia de
China en el continente americano y de lograr mayor acceso a materias primas
críticas para la transición energética. (...)
Otra cosa es que el acuerdo sea
finalmente ratificado por el suficiente número de países para lograr que entre
en vigor. Las dudas están ahí, como en 2019. Los agricultores europeos y los grupos ecologistas, dos
sectores a los que es muy sensible la nueva mayoría de la Eurocámara, ya han
anunciado movilizaciones en contra. (..)
A falta de conocer la letra
pequeña, avanzar en este acuerdo era necesario. Abre la puerta a reforzar la
presencia de la UE en un territorio que, pese a los esfuerzos de España, tiende
a minusvalorar. Cualquier oposición al acuerdo debería tener en cuenta el
momento en el que se ha sellado, en medio de una elevada tensión geopolítica y
con una guerra comercial abierta entre las dos principales potencias que exige
la búsqueda de alternativas para dar estabilidad y seguridad a la UE y a sus
ciudadanos.››
FUENTES.
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