MUNDO. LA DESIGUALDAD Y LA POBREZA. EL DESARROLLO SOSTENIBLE.
INTRODUCCIÓN.
1. DESEQUILIBRIOS EN EL MUNDO ACTUAL.
ECONOMÍA.
Crece la desigualdad en la renta per cápita.
La globalización de la economía.
CONSUMO.
Recursos naturales y energéticos.
Productos de consumo.
EQUIPAMIENTO SOCIAL E INFRAESTRUCTURAS.
DEMOGRAFÍA.
El crecimiento desigual de la población.
ESTRUCTURA SOCIAL.
ECOLOGÍA.
TECNOLOGÍA.
LA SITUACIÓN EN EL SIGLO XXI.
2. TEORÍAS EXPLICATIVAS DEL DESEQUILIBRIO MUNDIAL.
La cuestión teórica del desarrollo y del subdesarrollo.
Teorías neoclásicas: las etapas de Rostow.
Teorías demográicas.
Teorías naturalistas-deterministas.
Teorías marxiatas.
La teoría del determinismo político de Acemoglu y Robinson.
El debate sobre el subdesarrollo entre las teorías del determinismo geográfico de Diamond y el determinismo político de Acemoglu y Robinson.
Las teorías de Le Goff, Wallerstein y Braudel sobre la globalización a lo largo de la Historia y su relación con el desarrollo.
Las teorías de Rajan y Zingales sobre el desarrollo sostenible.
La teoría de Samuelson sobre la globalización y el desarrollo.
La teoría de Stiglitz sobre la globalización y el desarrollo.
Conclusión: las causas.
3. INTERDEPENDENCIAS ENTRE DESARROLLO Y SUBDESARROLLO. FLUJOS:
El capital.
La tecnología.
Los recursos naturales y la energía.
La mano de obra.
La deslocalización industrial.
4. MUNDO SUBDESARROLLADO.
CONCEPTO.
Definición.
Origen.
Sinónimos.
CARACTERÍSTICAS.
Crecimiento demográfico.
Problemática socio-política.
Retraso económico.
Problemática sanitaria y de condiciones de vida.
Desequilibrio espacial.
TIPOLOGÍA: REGIONALIZACIÓN.
América Latina.
Nuevos Países Industriales de Asia (NPIA).
India y Sureste asiático.
China.
Países Exportadores de Petróleo.
África.
5. MUNDO DESARROLLADO.
CONCEPTO.
Definición.
Origen.
Sinónimos.
CARACTERÍSTICAS.
Poco crecimiento demográfico.
Progreso social.
Riqueza económica.
Alto bienestar y de condiciones de vida.
Integración espacial.
TIPOLOGÍA: REGIONALIZACIÓN.
Los países excomunistas.
El grupo dependiente.
El grupo dominante.
LOS MODELOS NORTEAMERICANO, EUROPEO Y ASIÁTICO.
6. DESARROLLO SOSTENIBLE.
Concepto y soluciones para una desarrollo sostenible.
Una política de la ONU de desarrollo justo.
CONCLUSIONES.
INTRODUCCIÓN.
La división entre países desarrollados (Primer Mundo) y subdesarrollados (Tercer Mundo) es uno de los grandes retos de la Humanidad en el siglo XXI.
Esta entrada sirve como actualización de una Unidad Didáctica (UD) homónima, en la que se estudia el desequilibrio mundial, sus causas y orígenes, sus teorías explicativas, sus características y consecuencias, atendiendo a temas como la ecología, la tecnología, la globalización, la desigualdad social y la democratización y extensión de los derechos humanos.
1. DESEQUILIBRIOS EN EL MUNDO ACTUAL.
Desde 1950 hasta 2010 la población mundial se ha más que doblado al tiempo que ha crecido la desigualdad de la riqueza, con una miseria que afecta a más de un tercio del planeta, pese a que la producción económica se ha septuplicado. El problema del desequilibrio se constató tras 1945, gracias al debate sobre la descolonización. La toma de conciencia popular se incrementó en los años 1960, con la difusión de los medios de comunicación de imágenes terribles de hambre, enfermedad, muerte, conculcación de derechos humanos y desigualdades sociales.
No podemos obviar el hecho de que estamos en un planeta limitado. Además de los factores expuestos al principio, la crisis actual guarda relación con dos grandes elementos: la escasez de los recursos y la producción de residuos, por una población creciente. El desarrollo está teniendo un impacto tremendamente negativo sobre el ecosistema del planeta, con el agotamiento, la esquilma de los recursos limitados. El clima de la segunda mitad de ese siglo parece crecientemente riguroso, tanto en las inundaciones como en las sequías, temiéndose incluso que estemos asistiendo a un desastroso cambio climático inducido por la actividad humana, sobre todo en el caso de la capa de ozono y el efecto invernadero. El suelo, los bosques, el agua, el aire, los mares, las minas, etc., todos estos recursos, con variaciones espaciales, están en peligro. Los desiertos y las zonas áridas avanzan (se pierden por erosión miles de toneladas de tierra por segundo), los bosques de la Amazonia y del África subsahariana retroceden (cada año se pierde una extensión comparable a la de Austria), las aguas de los ríos en Occidente y ahora en el Tercer Mundo están contaminados, el aire europeo porta la temible lluvia ácida, el mar Mediterráneo se contamina más y más, los recursos mineros de Occidente se agotan, etc.
Para cerrar el abismo de desarrollo entre Occidente y el Tercer Mundo muchos expertos (los del Banco Mundial entre otros) defienden que hay que incentivar las economías subdesarrolladas, eliminando el neoproteccionismo basado en estándares laborales y medioambientales y permitiendo el libre movimiento de la fuerza laboral entre los países. Una posición polémica porque al amparo de estas condiciones laborales y medioambientales se encubre una explotación inmisericorde y una destrucción de recursos perecederos. Otras recetas son: estabilizar las economías, suprimir las rigideces laborales, liberalizar los intercambios (eliminando las ineficientes trabas aduaneras), aumentar el ahorro, reforzar el papel del Estado (inversiones en infraestructuras y educación, reforma fiscal eficaz —haciendo que paguen realmente los más ricos—), refinanciar la deuda pública y exterior.
Hay un proceso nuevo, de realineamiento de las posiciones económicas a escala mundial. La globalización de la economía, fundiendo los mercados de bienes, servicios y capitales, potencia el comercio y la prosperidad en nuevos focos de desarrollo: China, los “dragones asiáticos” (a los que se han incorporado Indonesia, Tailandia y Filipinas), Brasil, México, Chile, Colombia, Perú o Argentina. Esto se hace generalmente a costa del destrozo del medio ambiente y de degradantes condiciones de trabajo y de vida, más es cierto que las poblaciones afectadas ven en este camino la única posibilidad de salir del agujero de pobreza en que han estado sumidos históricamente.
Por último, y en lo positivo, parece evidente que estamos inmersos en una Revolución Tecnológica, con precedentes por su intensidad sólo en la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX, una revolución basada en la biotecnología, la microelectrónica, las telecomunicaciones, la economía de la información, la utilización de nuevos materiales y energías renovables. Al mismo tiempo, ceden las tensiones militares y políticas a escala internacional, por la desaparición de los grandes bloques que marcaron la política de la segunda mitad del siglo XX, lo que permite asignar grandes recursos financieros a otros destinos más productivos. Es una oportunidad única para construir una nueva fase de desarrollo para la Humanidad, que no esté reñido con el futuro.
ECONOMÍA.
Crece la desigualdad en la renta per cápita.
En 1960, el 20% de los habitantes más ricos absorbían un 70% de la renta global, en 1989 su parte era ya del 83%, en tanto que el 20% de los más pobres vieron disminuir su parte desde un ya mísero 2,3% hasta sólo un 1,4% de media. La desproporción entre la participación del quinto de población más rica y el quinto de la más pobre se incrementó, pues, de 30/1 en 1960 a 59/1 en 1989.
En 1990 los ocho países con mayor PIB (EE UU, Japón, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Canadá y España) acaparaban el 70% del PB mundial con una población del 13% mundial. Mientras Suiza tenía una renta per cápita de 32.790 dólares, Mozambique sólo tenía 80 dólares, con una media mundial de 3.766 dólares, que sobrepasaban 75 países, concentrados en el hemisferio Norte casi todos.
En 2000 los países más pobres (Cuarto Mundo) tenían unos ingresos de 200 dólares/año, y los países ricos de 8.000 dólares/año.
En 2010, los países más míseros, como Afganistán en el mundo islámico, Corea del Norte en el Lejano Oriente, Haití en América y Somalia en África, siguen hundidos en una situación pavorosa, con estadísticas increíbles porque han fracasado como Estados. Mientras, varios grandes países emergentes, como Brasil, India y China avanzan a pasos agigantados hacia el desarrollo desmintiendo que no haya soluciones, pues están aprovechando las oportunidades de la globalización.
La globalización de la economía.
La globalización de la economía es un esperanzador proceso de realineamiento de las posiciones económicas a escala mundial. Fundiendo los mercados de bienes, servicios y capitales, potencia el comercio y la prosperidad en nuevos focos de desarrollo: vertebrados alrededor del nuevo foco de crecimiento mundial, el Pacífico. Destacan China y los famosos “Cuatro Dragones” (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), más otros Nuevos Países Industriales de Asia conocidos como los NPIA (Indonesia, Tailandia, Malasia, Filipinas o Vietnam), y algunos países latinoamericanos (Brasil, México, Colombia, Perú, Chile, Argentina) que están avanzando. Este desarrollo se hace generalmente a costa del medio ambiente, de duras condiciones de trabajo y de una mala calidad de vida, mas es cierto que las poblaciones afectadas ven en este camino la única posibilidad cierta de salir del agujero de pobreza en que han estado sumidos históricamente. Y de hecho los que más han avanzado por esta senda comienzan a ver una mejora sustancial en su desarrollo humano, después de enfatizar durante años sólo en el desarrollo económico.
Pero han surgido movimientos anti-globalización, que reúnen multitudes de manifestantes y movilizan a incontables ONG. El francés Pascal Lamy, excomisario de la UE, opinaba que ‹‹la globalización tiene un dramático efecto sobre la soberanía de los Estados europeos, sobre la legitimidad democrática y sobre la economía real. Es potencialmente dañina porque aumenta la eficacia del capitalismo. Pero, por encima de todo, es un proceso imparable y tiene dentro al mismo tiempo todos los requisitos necesarios para contribuir a mejorar la situación mundial. Por ello, sería un debate estéril oponerse a ella, y la socialdemocracia debe concentrarse en otra cosa: defender la reforma de las instituciones internacionales que rigen los mercados, para adaptarlas a las nuevas circunstancias.›› [Gallego-Díaz, Soledad. La crisis de la izquierda en Europa. Oxígeno para la socialdemocracia. “El País”, Domingo (23-VI-2002) 4.]
CONSUMO.
Recursos naturales y energéticos.
El Primer Mundo consume la mayoría de los recursos naturales y energéticos (76,3% en 1990). La producción de petróleo (un bien no renovable) se multiplicó por seis en el período 1950-1990 y nuevamente por dos en 1990-2010, con un consumo concentrado en los países desarrollados. Por ejemplo, EE UU y Canadá consumen el 25% de la energía mundial y África sólo en 3% del total. En EE UU gran parte de la población consume hasta 3.000 litros de agua al día por hogar, y, en cambio, en el Tercer Mundo, más de 1.000 millones de personas carecen de agua potable
Productos de consumo.
En productos de consumo la desigualdad es similar. Por ejemplo, EE UU tiene en 2010 765 vehículos por 1000 habitantes y Nigeria sólo uno, y España, pese a la crisis actual, tiene más automóviles que toda el continente africano.
En cuanto a los alimentos la situación es peor.
Mientras que en Occidente la dieta es excesiva en calorías y en grasas animales, en el Tercer Mundo hay más de 1.300 millones de personas que comen por debajo del nivel mínimo aconsejado.
La producción pesquera mundial aumentó de 22 millones de toneladas en 1950, a 100 millones en 1990, 130 millones en 2000 y 145 en 2010, pasando entre 1950 y 2010 el consumo humano de 9 a 21,6 kilos/año, pero los recursos pesqueros están ya en el límite de aprovechamiento y la sobreexplotación ha provocado la reducción de las capturas de muchas especies, como el arenque.
Las tierras de pastos en el mundo, fuente esencial de proteínas animales, están bajo una presión creciente, pues en 1950 la producción mundial de carne (todos los tipos) fue de 44 millones de toneladas con un consumo humano de 17 kilos/año y en 2010 de 283 millones de toneladas con un consumo humano de 42 kilos/año.
La producción de cereales entre 1950 y 1984 creció en un porcentaje record de 3% anual, aumentando el consumo per cápita en un 40%, entre 1984 y 1993 el crecimiento anual se lentificó hasta un 1% y disminuyó el consumo en un 11%, y desde 1993 hasta 2010 el crecimiento ha sido de nuevo espectacular, superior al 2,5%, debido al progreso de China e India. En 2010 la producción mundial alcanzó los 2.200 millones de toneladas. Pero si la población mundial consumiera la dieta de los estadounidenses la producción de cereales debería triplicarse.
Mapa del Índice Global del Hambre 2021.
Las consecuencias de esta desigualdad sobre los recursos del planeta son pavorosas, porque estos dos extremos son los que más recursos derrochan, los más ricos con un hiperconsumo, los más pobres con una actividad económica improductiva a largo plazo (tala de árboles, pastoreo de ganado, erosión del suelo), de modo que el crecimiento de la producción no supone una solución real al problema, sino una señal de su agravamiento en el futuro, al no ser sostenible ni ser posible su extensión a toda la población del planeta.
EQUIPAMIENTO SOCIAL E INFRAESTRUCTURAS.
Mapa del Índice de Desarrollo Humano (HDI), en 2021-2022.
El equipamiento educativo, sanitario, cultural, de transportes y telecomunicaciones es muy desigual. Por ejemplo, España tiene 4,8 médicos para cada 1.000 habitantes y Nepal solo 0,2, o sea 24 veces menos; EE UU tiene un tercio de todo el tráfico aéreo mundial; y el gasto educativo de España supera al de toda África.
DEMOGRAFÍA.
El crecimiento desigual de la población.
En el período 1970-2010 el crecimiento de la población mundial fue del 1,6% anual, con lo que se pasó de 3.600 millones de habitantes en 1970 a 5.400 millones en 1990, 5.800 millones en 1995 y 6.700 en 2010. Este crecimiento supone doblar la población mundial cada 40 años, con lo que se llegaría al año 2.050 con una población mundial de 12.000 millones de habitantes, cuando muchos expertos coinciden en que la Tierra absorbería como máximo unos 8.000 millones.
Este crecimiento tiene un grave desequilibrio por cuanto una cuarta parte vive en el mundo desarrollado (MD) y el resto en los países en vías de desarrollo (PVD).
Los países desarrollados aumentan su población menos del 1% anual, con una tendencia al estancamiento y envejecimiento. En 1900 un tercio de la población mundial vivía en Europa y en 2010 sólo un décimo y la proporción baja sin cesar.
En cambio, los PVD mantienen todavía altas tasas de natalidad, baja mortalidad y un elevado crecimiento vegetativo. El 96% del crecimiento demográfico del planeta en el período 1990-2010 se concentró en el Tercer Mundo.
ESTRUCTURA SOCIAL.
La distribución nacional de la riqueza es mucho más desigual en los PVD, con una minoría propietaria y dirigente muy rica, y una gran mayoría en la miseria, sin clases medias que estabilicen la sociedad. Ello influye en la inestabilidad política, las guerras civiles, las carencias democráticas, etc., en contraste con la estabilidad política y democrática de los países del Primer Mundo.
ECOLOGÍA.
El problema del subdesarrollo se relaciona con el problema ecológico. Toda visión del problema no puede obviar el hecho de que estamos en un planeta limitado. Además de los factores ya expuestos, la crisis actual guarda relación con la escasez de los recursos y la producción de residuos. El desarrollo está teniendo un inmenso impacto negativo sobre el ecosistema del planeta, por el agotamiento de los recursos limitados. El clima del siglo XXI es más propicio a las catástrofes, por ejemplo los huracanes Katrina y Sandy, las inundaciones en las costas europeas, o las sequías en África, confirmando un desastroso cambio climático provocado por la actividad humana, como vemos en los casos de la reducción de la capa de ozono y el mayor efecto invernadero. El suelo, los bosques, el agua, el aire, los mares, las minas y muchos más recursos, están en peligro. Es un proceso que afecta tanto al mundo desarrollado como al subdesarrollado.
En el mundo desarrollado se observa la contaminación de las aguas marinas y fluviales, del aire de las ciudades... Pero estos males son mucho peores en el Tercer Mundo: los desiertos y las zonas áridas circundantes avanzan y se pierden por erosión miles de toneladas de tierra fértil por segundo, los bosques de la Amazonia y del África subsahariana retroceden (cada año se pierde una extensión comparable a la de Austria), el agua se contamina sin que pueda depurarse por su alto coste, y las enfermedades tropicales aumentan su morbilidad y en espacio afectado al variar el clima.
TECNOLOGÍA.
Estamos inmersos en una revolución tecnológica, comparable por su importancia con la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX. Está basada en la biotecnología, la microelectrónica, las telecomunicaciones, la economía de la información, la utilización de nuevos materiales y las nuevas energías renovables.
LA SITUACIÓN EN EL SIGLO XXI.
El número de pobres en el mundo bajó entre 2005 y 2008 desde 1.390 millones a 1.290 millones, pero los efectos de la crisis económica global iniciada 2008 redujeron ese positivo ritmo, aunque los países emergentes tiraron de la economía mundial para salir de la Gran Recesión de 2008-2012, con fuertes crecimientos del PIB, exportaciones e importaciones, mejoras en los presupuestos fiscales, en la expansión de las clases medias y su consumo.
Javier Santiso, en una conferencia en la Fundación March, Brasil. Su papel entre los mercados emergentes y el re-balanceo del mundo (25-I-2011), explica que el mundo está experimentando un rebalanceo masivo de las riquezas de las naciones, con diferenciales de crecimiento a favor de los mercados emergentes mientras las economías OCDE experimentan una trayectoria más reprimida. En la década de los 2000-2010, los mercados emergentes habían experimentado un auge sin precedentes que la crisis global iniciada en 2008 no ha interrumpido, como demuestra el avance de América Latina, con Brasil como el principal país emergente de la región.
No sólo el grueso del crecimiento mundial está ahora concentrado en los emergentes: éstos también están ahora intensificado entre ellos las relaciones comerciales sur-sur y las inversiones. En 2009, por primera vez, el principal socio comercial de Brasil, de África del Sur o de India ha dejado de ser un país OCDE y es ahora China.
Las multinacionales emergentes están aprovechando ahora oportunidades de inversiones en otros países emergentes al igual que en países OCDE, al igual que los fondos soberanos de éstos países. Este rebalanceo masivo de las riquezas de las naciones invita a repensar nuestros mapas cognitivos: el mundo ha dejado de articularse entre un Centro (OCDE) y una Periferia (Emergentes). Incluso las categorías tradicionales “mercados OCDE” versus “mercados emergentes” deben ser repensadas, pues dentro de los países OCDE se encuentran cada vez más emergentes (Corea del Sur, México, Chile, Israel, Polonia, por ejemplo) y dentro de las economías emergentes países ahora más desarrollados que los de la OCDE. Nuestros mapas mentales y los conceptos con los que estamos leyendo el mundo tienen que revisarse drásticamente a la luz de esta gran transformación. La crisis europea actual es otro episodio más del gran rebalanceo de los flujos y riquezas del mundo. No es sólo una crisis financiera y económica sino también que es también una crisis cognitiva.
El mundo padece graves problemas de desigualdad social, tanto en el interior de los países como a escala global por las todavía grandes diferencias entre el Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado.
Según el último informe del Foro Económico Mundial, en 2012, el 1% más rico copa el 50% de la riqueza mundial mientras que el 50% más pobre sólo alcanza al 1% de la riqueza, una desigualdad que se ha convertido en un riesgo global grave.
Los últimos estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial (BM), entre otros, confirman la interdependencia entre pobreza y discapacidad. La pobreza, el desempleo, la falta de educación y asistencia sanitaria… llevan a un mayor índice de discapacidad, que retroalimenta sus causas pues los discapacitados no pueden salir de la pobreza y la perpetúan en sus descendientes, y el riesgo es incluso mayor para las mujeres, discriminadas en muchos países en el acceso al empleo y los servicios sociales, además de que cuidan y no son cuidadas.
La cuestión de la creciente desigualdad en el reparto de la riqueza entre los habitantes del planeta, tanto en los países ricos como en los pobres, ha despertado el interés de gran parte de la opinión pública de las sociedades desarrolladas o en vías de desarrollo, unos con el temor a no alcanzar el nivel de bienestar de las generaciones anteriores, y otros con el temor ha ser marginados en las sociedades que apenas acaban de emerger desde la miseria, Multitud de economistas han centrado sus estudios sobre el tema, entre ellos el francés Thomas Piketty, y otros como Jeffrey Sachs, Paul Krugman o Joseph E. Stiglitz. Sus estudios iluminan las causas de la desigualdad en las políticas fiscales de los Gobiernos a favor de las élites, la globalización financiera que protege a las grandes fortunas permitiendo su deslocalización en busca de paraísos fiscales, los recortes en el Estado del bienestar en las sociedades occidentales a partir de las propuestas neoconservadoras de Reagan y Thatcher, la corrupción institucional y la violencia, las fatales carencias en educación y sanidad (Sachs es uno de los más atentos a este problema) así como fracasadas políticas económicas de cariz populista (el caso del deterioro de Venezuela sería uno de los más extremos).
Uno de los factores más conocidos es el fracaso en procurar educación a los jóvenes. Un indicador aleccionador es la esperanza de vida, sensiblemente inferior en los países menos desarrollados.
Tabla estadística sobre la desigualdad de ingresos entre los más ricos y los más pobres en los países de la OCDE,, entre 2007 y 2011 [http://economia.elpais.com/economia/2014/12/08/actualidad/1418067378_161589.html]
Un informe de la OCDE, Todos juntos. ¿Por qué reducir la desigualdad nos beneficia?... en España. Publicado el 21 de mayo de 2015, alerta de que la desigualdad entre ricos y pobres en los países desarrollados ha alcanzado su récord al socaire de la crisis. Carlos Yárnoz en La crisis dispara la brecha entre ricos y pobres en países avanzados [“El País” (22-V-2015)] resume el informe:
‹‹Las desigualdades entre ricos y pobres se han situado en su máximo nivel desde que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) inició su medición hace 30 años. La diferencia se ha disparado durante la crisis en países como España, entre otras razones por los ajustes fiscales, las subidas de impuestos y los recortes sociales. En los 34 países de esa institución, el 10% de los más favorecidos posee el 50% de la riqueza, mientras el 40% de los más pobres solo tiene el 3% de la misma.
En un informe titulado Por qué menos desigualdad beneficia a todos, la OCDE destaca que “nunca fue tan elevada la diferencia entre ricos y pobres”. El pormenorizado análisis se detiene especialmente en lo ocurrido entre 2007 y 2011, los años más duros de la última crisis económica mundial. En ese periodo, los ingresos en los hogares descendieron prácticamente en todos los países de la organización, pero en mucha menor medida en las capas más privilegiadas.
Las pérdidas fueron especialmente elevadas en los países más golpeados por la crisis. En España, por ejemplo, los ingresos en las familias descendieron una media del 3,5% anual en ese periodo. Como en Irlanda o Islandia. En el caso de Grecia, llegó al 8% anual.
Pero el incremento de las desigualdades en esa época es más evidente al comparar las capas sociales más altas y las más bajas.
En España, el 10% de los hogares más desfavorecidos perdieron un 13% anual de sus ingresos entre 2007 y 2011, mientras el 10% de los que más tenían solo perdieron un 1,5% anual de sus ganancias.
En el periodo previo a la crisis, la desigualdad antes de impuestos y beneficios estaba bastante estabilizada, recuerda la OCDE, pero se disparó cuando golpeó de lleno. Y continúa haciéndolo en estos últimos tiempos de leve recuperación. La razón es doble: el elevado desempleo que apenas se reduce y los ajustes fiscales que afectan al seguro de desempleo, al sector educativo y a la escasez de inversiones. Es lo que está ocurriendo en Grecia, Irlanda o España.
En el caso de España, además, se han registrado otras medidas que han incrementado las desigualdades. La consolidación fiscal, señala la OCDE, incluyó aumentos de impuestos sobre los ingresos y el consumo (en 2011 y 2013), a la vez que se producían recortes sociales (2013) para las capas más bajas. El incremento de empleos temporales o las diferencias salariales entre hombres y mujeres también han contribuido. En este caso, los países con peor nota son, por este orden, Alemania, México y España.
Como consecuencia de todo ello, el documento destaca que la pobreza ha aumentado de forma preocupante entre 2007 y 2011. En toda la OCDE, la población por debajo del nivel de pobreza ha pasado del 1% al 9,4%. En España, está en 18%, casi el doble que antes de la crisis. En Grecia, en el 27%. Y un dato alarmante: quienes más caen en esta fosa ya no son ciudadanos de mayor edad, sino los jóvenes.››
Amanda Mars en La OCDE alerta del lastre de la desigualdad en el crecimiento [“El País” (22-V-2015)] explica el temor de los expertos de la OCDE a que la desigualdad sea una seria traba al crecimiento económico. Una economía más polarizada, que registra la mayor diferencia en 30 años, pues el 10% de la población más rica en los países de la OCDE gana hoy 9,6 veces lo que obtiene el 10% menos favorecido. Esta misma ratio era de 7 a 1 en los años 80, de 8 a 1 en los 90 y de 9 a 1 en el primer decenio del siglo XXI. Mientras, el trabajo se polariza también en los extremos, puesto que los puestos de trabajo de formación intermedia (por ejemplo, los contables) pierden presencia, y en cambio aumentan los empleos de alta cualificación y baja.
‹‹Desigualdad no equivale a pobreza: la primera puede subir aunque una economía crezca e incluso aunque los más desfavorecidos vean su situación mejorada. Por eso no falta literatura que defiende que el aumento de la brecha social no es un problema en sí y que la política económica solo debe preocuparse de la reducción de la exclusión social. La OCDE, en cambio, defiende que la dispersión de riqueza acaba por lastrar la economía. En concreto, el informe hecho público ayer, señala que el incremento del coeficiente Gini (el más común para medir la desigualdad) entre 1985 y 2005 de dos puntos en 19 países de la OCDE erosionó en 4,7 puntos porcentuales el crecimiento acumulado entre 1990 y 2010.
Ese crecimiento acumulado en ese grupo de países estudiados fue del 28% en esos años, lo que significa que, si no hubiese crecido la brecha social, esta expansión hubiese rozado el 33%.
El motivo es que la mayor desigualdad económica se traslada rápidamente a una peor formación para los más pobres, lo que supone un gran desperdicio de potencial y reduce la movilidad social. Y, al revés, el trabajo de la OCDE apunta a que, por cada punto del coeficiente Gini que se reduce la desigualdad, la economía se acelera en 0,8 puntos porcentuales en los cinco años siguientes.
Al margen de la Gran Recesión, que ha agravado los problemas de desigualdad tanto en países ricos como pobres, hay otros asuntos estructurales detrás de la brecha social, como el cambio tecnológico. El porcentaje empleos rutinarios (como contables) se contrajo del 53% al 41% entre 1995 y 2010, mientras que crecieron los extremos: los altamente cualificados subieron del 28% al 38% y los relativamente poco formados (como los conductores, por ejemplo), subieron del 18% al 21%.››
Moisés Naím, en Su desigualdad es distinta a la mía [“El País” (7-VI-2015)] analiza varios tipos de desigualdad en el mundo, que exigen distintas soluciones:
‹‹(…) en Estados Unidos hay una gran ansiedad por el aumento de la desigualdad económica.
Esto ha estimulado vigorosos debates sobre este fenómeno, tanto acerca de sus causas como sobre lo que se debe hacer al respecto. Según una reciente encuesta de The New York Times y CBS, un 60% de los estadounidenses opinan que su Gobierno debería hacer más para reducir la brecha entre ricos y pobres. El enorme éxito del libro del economista francés Thomas Piketty, El Capital en el siglo XXI, publicado en 2013, refleja el apetito que hay por entender mejor la desigualdad económica. Y esta inquietud ha sido exportada con gran éxito: no pasa una semana sin que nuevos estudios, libros y artículos de prensa o programas de televisión aborden el asunto. Tan solo en estos días, por ejemplo, la OCDE, el club de países más industrializados, presentó un informe sobre la desigualdad y Anthony Atkinson, un respetado economista inglés, publicó un libro titulado Desigualdad: ¿Qué se puede hacer? Atkinson, quien desde 1966 se ha dedicado a estudiar el tema, comienza afirmando que la desigualdad ha llegado por fin al primer plano del debate político. Y esto ha hecho que países que siempre han sufrido de una gran disparidad de rentas, pero que pocas veces la han discutido a fondo, estén teniendo intensos debates públicos y políticos acerca de cómo combatirla.
El problema, sin embargo, es que no solo se están exportando la preocupación y los debates, lo cual es muy bueno, sino también diagnósticos y soluciones que pueden ser válidos en unos países, pero no en otros. Las causas de la desigualdad económica en Estados Unidos o Europa no son las mismas que las que aumentan las inequidades en China, Brasil o Arabia Saudí. Por lo tanto, la manera de enfrentarlas también debe ser distinta.
Esta observación, que es obvia, no aparece en las discusiones. En su libro, Piketty, por ejemplo, centra su análisis primordialmente en los países de mayores ingresos y solo incluye datos de seis países más pobres (Argentina, China, Colombia, India, Indonesia y Sudáfrica). El informe de la OCDE se basa en datos de sus 34 miembros, los cuales, con la excepción de México, Chile y Turquía, son todos países desarrollados. Lo mismo sucede con el importante libro de Anthony Atkinson, cuyo principal interés es la desigualdad en las economías más avanzadas y especialmente en la británica. Y a pesar de que estos y otros análisis recientes sobre la desigualdad contemporánea se basan en datos de un grupo limitado de países, y de que muestran que las experiencias recientes son muy diversas, ello no les impide ofrecer recomendaciones universales. Desde 1980, la brecha entre ricos y pobres ha aumentado de manera alarmante en EE UU y el Reino Unido. En cambio, el incremento ha sido mucho menor en Alemania, Italia, Holanda, Canadá y Japón. Y hay países donde las desigualdades se han atenuado, como Francia, por ejemplo. En América Latina la desigualdad sigue siendo enorme, pero en la última década disminuyó, especialmente en Brasil. Con respecto a África, Branko Milanovic, un respetado investigador, me dice lo siguiente: “Con la excepción de Sudáfrica, donde la desigualdad ha aumentado, la realidad es que no sabemos si eso es verdad para el resto del continente. También sabemos que, en Asia, ha aumentado mucho en China, India, Indonesia y Bangladés, pero no en el resto del continente”.
Esta variedad de experiencias significa que las fuerzas que determinan la desigualdad son muy diferentes, incluso entre países que han sufrido un importante aumento en la inequidad económica durante el mismo periodo. En Estados Unidos, un sistema de impuestos que favorece a su abultado sector financiero es una de las principales causas de desigualdad, mientras que en China lo es la enorme brecha que hay entre los salarios en las áreas rurales y los de las ciudades. La automatización que elimina empleos, las crisis que llevan a una caída de los salarios, sistemas de salud o educativos deficientes, la captura del Gobierno por una elite política o empresarial que se las arregla para distorsionar las políticas oficiales a su favor o, simplemente, la corrupción desenfrenada son tan solo algunos de los factores que pueden agravar la desigualdad.
Aplicar los mismos remedios a todas estas causas no solo no va a mejorar la distribución del ingreso o la riqueza en un país, sino que hasta puede hacer que la desigualdad económica aumente.››
El informe del Banco Mundial en 2022 señala que durante casi 25 años el número de personas que viven en la pobreza extrema —con menos de 2,15 dólares al día— disminuyó constantemente. Sin embargo, la tendencia se interrumpió en 2020, cuando la pobreza aumentó debido a las alteraciones causadas por la crisis de la COVID-19 y los efectos de los conflictos y el cambio climático, que ya habían estado desacelerando la reducción de la pobreza.
La disminución de los ingresos y la pérdida de puestos de trabajo durante la pandemia fueron especialmente perjudiciales para las casas pobres. Las mujeres, los jóvenes y los trabajadores informales y de bajos salarios, en particular aquellos que viven en zonas urbanas, se encontraban entre los más afectados. La desigualdad aumentó tanto dentro de los países como entre ellos, causando impactos a largo plazo en el acceso a las oportunidades y la movilidad social.
Aunque en 2021-2022 la pobreza mundial ha retomado recientemente su trayectoria descendente observada antes de la pandemia, entre 75 y 95 millones de personas más podrían vivir en la pobreza extrema en 2022 en comparación con las proyecciones previas a la COVID-19, debido a los efectos persistentes de la pandemia, la guerra en Ucrania y el aumento de la inflación.
2. TEORÍAS EXPLICATIVAS DEL DESEQUILIBRIO MUNDIAL.
La cuestión teórica del desarrollo y del subdesarrollo.
La superación de la división entre países desarrollados (Primer Mundo) y subdesarrollados (Tercer Mundo) es uno de los grandes retos de la Humanidad en el siglo XXI. Durante los últimos decenios el acelerado desarrollo económico de China, India y muchos países en vías de desarrollo, y la el logro del pleno desarrollo de países como Singapur, Taiwan o Corea del Sur ha llenado de optimismo a muchos economistas y sociólogos sobre la oportunidad que se abre al mundo de lograr un desarrollo sostenible y bien repartido a nivel mundial
Teorías neoclásicas: las etapas de Rostow.
Las teorías neoclásicas, liberales, defienden la tesis de que hay unas necesarias etapas en el desarrollo y consideran el desarrollo lineal, lo que supondría que todas las zonas se desarrollarían tarde o temprano, con una etapa lenta al principio, de asentamiento de las bases para un desarrollo más rápido y llegar a una estabilización en el nivel superior.
W. W. Rostow (1916-2003), funcionario del Gobierno de EE UU, en su libro Las etapas del desarrollo económico, un modelo no comunista (1960) propone para todos los países, aunque en la mayoría ha fracasado hasta ahora, el modelo económico neoclásico más conocido, la teoría del desarrollo lineal en etapas.
1) La etapa de la sociedad tradicional, con una economía agraria de subsistencia, con baja productividad, con riqueza básicamente agrícola, baja tecnología, poca movilidad social. Sería en Europa una sociedad del Antiguo Régimen.
2) Etapa de la condiciones previas al impulso inicial. Se resuelven las necesidades más urgentes, con un aumento de la productividad agraria, con excedentes alimentarios y de mano de obra, con creación de más capital e inversiones. Hay unas transformaciones de carácter social e institucional, que aseguran la estabilidad para la siguiente etapa. Es la etapa previa a la Revolución Industrial y sólo se dio en unas pocas áreas, de modo selectivo.
3) Etapa del impulso inicial o “take-off”, de despegue. Hay mejora tecnológica, nuevas actividades, movilidad de la población del campo a la ciudad, más capital e inversión. El marco político e institucional se consolida, con fuerzas sociales y políticas favorables al proceso y que dominan el poder, como los burgueses en el siglo XIX.
4) Etapa de la madurez, con generalización del crecimiento económico, con más tecnología. La industria dominante es la de bienes de primera necesidad.
5) Etapa de la sociedad de consumo en masa. Es la etapa de la sociedad postindustrial. Dominio del sector de servicios.
El modelo de Rostow es aplicable sólo en parte y sólo a ciertas sociedades: Inglaterra (y Europa del Centro y Norte), EE UU, Japón. Pero no es aplicable a las sociedades subdesarrolladas dependientes de las desarrolladas, lo que impide su generalización.
Una variante muy reciente es la defendida por Daron Acemoglu (profesor del MIT) y James Robinson (profesor de Havard), autores de How nations fail (2011), que sostienen que el factor fundamental es la política: los países con una organización política “inclusiva” (democrática) triunfan y los que tienen una organización política “extractiva” (explotadora) fracasan. El objetivo es pues alcanzar un grado (una etapa) de madurez política, que llevará al desarrollo. Y ponen como ejemplos al avance reciente de Corea del Sur, Taiwán, India o Brasil, y sugieren que incluso China alcanzará el pleno desarrollo (solo) cuando instaure la democracia.
Teorías demográicas.
El subdesarrollo se explicaría únicamente por el excesivo crecimiento demográfico: “son pobres porque son muchos”. Es la tesis de Malthus y los neomalthusianos, algunos tan extremos que son partidarios de dedicar todos los recursos de la ayuda exterior sólo al control demográfico.
Se critica esta teoría desde dos opciones:
a) No sería la causa principal sino una consecuencia del subdesarrollo.
b) Sólo sería una causa importante más (es la opción más razonable, como veremos en la conclusión).
Teorías naturalistas-deterministas.
Se basan en el determinismo geográfico: el subdesarrollo se originaría sólo por la dureza de un medio natural demasiado adverso. Cuenta con muchos defensores: el francés Montesquieu en el siglo XVIII ya señalaba la influencia decisiva del clima, el gran historiador británico Arnold J. Toynbee, en la primera mitad del siglo XX, demostraba que un medio extremadamente desfavorable perjudica radicalmente el desarrollo, como apuntaba ej ejemplo de la sociedad esquimal, y hoy en España el profesor Gabriel Tortella la sigue sosteniendo.
Su más conocido defensor actual es Jared Diamond, profesor de la Universidad de California en Los Ángeles), que en su libro Armas, gérmenes y acero (Guns, Germs and Steel, 1997) sostiene que la geografía explica el desarrollo a muy largo plazo de las sociedades humanas, siendo especialmente exitosos los medios naturales de latitud templada, como EE UU, Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda...
Muchos la critican aportando ejemplos de sociedades de alto desarrollo en un medio natural desfavorable, como Japón, Australia, Suiza, Escandinavia, o Texas y California por oposición a México, tan cercano y similar físicamente, pero sus ataques ignoran o fingen ignorar que estas sociedades si tienen medios favorables, pues Japón y Australia, Texas y California (con su clima mediterráneo) están en latitudes templadas y la parte sur de Escandinavia también. Aportan como prueba definitiva de que un medio favorable en la zona templada beneficia pero no determina el desarrollo, el atraso de Argentina o Chile, pero la teoría determinista admite excepciones cuando los factores políticos son excesivamente contrarios, y además su visión es a muy largo plazo: ¿dentro de un siglo seguirán estos dos países siendo subdesarrollados? La respuesta es que muy probablemente no.
Teorías marxiatas.
Para Marx, Engels, Lenin y otros marxistas el subdesarrollo sería sólo consecuencia de los abusos del sistema capitalista y de su colonialismo. Se critica esta tesis con los grandes ejemplos de EE UU, Australia, Nueva Zelanda o Canadá, países en los que una etapa colonial no ha provocado subdesarrollo.
En cambio, hay casos evidentes como el colonialismo ibérico en la Edad Moderna y el imperialismo europeo en la Edad Contemporánea, por lo que es razonable considerar el imperialismo como una causa importante del subdesarrollo. Las última teorías marxistas han diferenciado entre centro y periferia en un sistema mundial capitalista, siendo el centro el Primer Mundo y la periferia el Tercer Mundo, pero la tesis confunde dependencia y subdesarrollo: por ejemplo, Australia es dependiente del centro, sin duda, pero es un país desarrollado.
La teoría del determinismo político de Acemoglu y Robinson.
Los profesores Daron Acemoglu (del MIT) y James Robinson (de Harvard), enfatizan la importancia de la política y de las instituciones “inclusivas”, es decir, aquellas que preparan el terreno para la prosperidad de las naciones a partir de complicidades socioeconómicas y la idea nítida de gobernanza, provocan incentivos y promueven, en definitiva, el crecimiento. Son las instituciones políticas, señalan, las que determinan las instituciones económicas; y su acción diferenciada, según los países, justifica la disparidad en la riqueza y su distribución. El marco institucional y la cooperación son, pues, claves. Las economías, pues, prosperan por las políticas económicas de sus gobernantes e instituciones, y no por sus recursos materiales, y los autores critican a las “élites extractivas”, que controlan el poder político para asegurarse unas rentas.
El debate sobre el subdesarrollo entre las teorías del determinismo geográfico de Diamond y el determinismo político de Acemoglu y Robinson.
Tortella, Gabriel. ¿Se equivocó Montesquieu? “El País” (30-X-2012) 31-32. La polémica reciente en la revista “The New Yorker” entre dos tendencias sobre el desarrollo de las naciones, el determinismo geográfico de Peter Diamond, y la tendencia contraria de Acemoglu y Robinson. Tortella vindica el determinismo, y rememora las teorías de Montesquieu sobre la decisiva influencia de la Geografía en la Historia.
‹‹Charles de Secondat, barón de Montesquieu es uno de los grandes filósofos políticos del todos los tiempos, cuyo gran tratado, El espíritu de las leyes (1748), introdujo dos nuevas ideas sobre la sociedad humana que aún hoy se citan y discuten con intensidad. La primera de ellas es que la libertad política depende de la separación de los poderes. La idea estaba ya en John Locke (otro gigante de la ciencia política), pero Montesquieu la expresó mejor e identificó más claramente cuáles eran esos tres poderes: el legislativo, el ejecutivo, y el judicial. La doctrina de la separación de poderes, inspirada en el parlamentarismo inglés, fue más tarde adoptada por todos los sistemas electivos, aunque algunos políticos practicones actuales hayan sostenido que es una traba para la democracia. Resumiendo, podemos decir que la primera gran aportación de Montesquieu es subrayar la relevancia que tienen las instituciones políticas para la libertad y el buen desarrollo de las sociedades.
Su segunda gran aportación fue el advertir la importancia que tiene el medio físico para ese mismo desarrollo, y señalar que el clima es determinante en la organización de los pueblos y comunidades. Como él mismo escribió, “el carácter del espíritu y las pasiones del corazón son extremamente diferentes en los diversos climas”, y las leyes debían adaptarse a esas diferencias. Ambas novedades filosóficas escandalizaron a la sociedad de su tiempo, hasta el punto que la Iglesia puso El espíritu de las leyes en el Índice de libros prohibidos.
Para Diamond las diferencias ambientales explican el grado de desarrollo.
La doctrina de la importancia del medio físico o geográfico ha sido objeto de aún mayor controversia que la de la separación de poderes. Hoy se da más importancia a los factores geográficos en cuanto determinan la capacidad productiva (aridez, pluviosidad, condiciones de transporte, riqueza mineral, etc.) que en cuanto modifican la conducta. La doctrina ha sido bautizada, especialmente por sus detractores, como “determinismo geográfico”, aunque muy pocos, y, desde luego, no el propio Montesquieu, han pensado que el marco geográfico sea el único determinante del devenir de los pueblos.
La vigencia de las doctrinas de Montesquieu queda en evidencia en una polémica muy reciente entre tres científicos norteamericanos. De un lado está Jared Diamond, de la Universidad de California (Los Angeles), autor de Armas, gérmenes, y acero, libro ampliamente difundido y premiado, que argumenta en favor de la significación de la geografía para explicar el desarrollo a muy largo plazo de las sociedades humanas. Del otro lado están Daron Acemoglu (MIT) y James Robinson (Harvard), autores del reciente How Nations Fail, aún no traducido al español. Sugiero al traductor que lo titule El fracaso de las naciones. La tesis de este libro es, sintéticamente, que lo único que explica el desarrollo económico es la política. En la jerga de estos autores, las naciones con organización política “inclusiva”, es decir, democrática, triunfan; las que tienen organización “extractiva”, es decir, explotadora, fracasan. El campo de batalla entre ambos bandos ha sido la New York Review of Books,donde Diamond reseñó el libro de Acemoglu y Robinson (junio 2012) y donde estos contraatacaron con una larga carta, a la que Diamond respondió (agosto 2012).
Para Diamond, las diferencias en los desarrollos de los varios continentes se deben a “diferencias en los medios naturales de cada continente, no a la biología”. Es decir, no son las diferencias raciales, sino las ambientales, las que explican las diferencias en los niveles de desarrollo. Por supuesto, a medida que la tecnología cambia, los efectos de las condiciones ambientales se modifican: lo que durante muchos años fue un desierto, por ejemplo, puede convertirse en un vergel con las modernas técnicas de irrigación. Desde la prehistoria las condiciones agrarias han moldeado las sociedades, hasta que la industria vino a aminorar la tiranía de la agricultura. Ahora bien, la industria nació precisamente en aquellas sociedades donde la agricultura estaba más desarrollada: Europa occidental y, en particular, Inglaterra. La riqueza tiende a ser acumulativa. Por eso, aun hoy, un mapa mundial mostrando la renta por habitante pone en evidencia que los países ricos están situados en la zona templada, tanto en el hemisferio Norte como en el Sur.
Según Acemoglu y Robinson lo único que explica el desarrollo económico es la política. Hay excepciones, por supuesto, y a ellas apelan Acemoglu y Robinson para afirmar rotundamente que la doctrina geográfica, cuya paternidad atribuyen correctamente a Montesquieu, “no funciona”. Los enormes contrastes entre las Coreas del norte y del sur, o entre las poblaciones al norte y al sur de la frontera entre Estados Unidos y México, para ellos demuestran que la geografía no tiene ningún peso. Recurren al viejo truco de simplificar exageradamente la tesis contraria para demostrar su error, como les reprocha Diamond. Pero, tratando de mostrar la superioridad de su teoría, se encierran en un laberinto lógico, porque, si las condiciones geográficas no son el dato inicial de la historia humana, ¿cómo se explica que haya tales diferencias en los niveles de desarrollo? O volvemos al racismo, o recurrimos al azar. Unos países acertaron en darse las buenas instituciones y otros fallaron al adoptar las malas. Acemoglu y Robinson afirman tener una teoría para explicar estas divergencias, pero en realidad no la tienen. Todo lo basan en que unas pequeñas diferencias en la estructura política existentes en un momento dado, como las que existían entre España e Inglaterra en el siglo XVI, se convierten en caminos divergentes al llegar una “coyuntura crítica” como el descubrimiento de América o la aparición del protestantismo y dan lugar a grandes diferencias como las que había a finales del XVII entre las estructuras políticas de ambos países. Lo que Acemoglu y Robinson no explican es cómo aparecen esas pequeñas diferencias iniciales, y sin explicar esto la teoría no explica nada. Tampoco plantean, por ejemplo, cómo Arabia Saudí y Libia tienen niveles de renta muy altos mientras sus vecinos los tienen muy bajos. ¿Son Arabia y Libia modelos de sociedad “inclusiva” y sus vecinos de sociedad “extractiva”? Estos casos contradicen la teoría institucional; son tan demoledores para esta teoría como puedan serlo Corea y la frontera USA-México para la geográfica; por tanto, Acemoglu y Robinson no los mencionan. Su problema es que intentan ser tan excluyentes en su defensa de la teoría institucional que, en realidad, la debilitan. Es evidente que, como muestra el caso de Arabia y Libia, la dotación de factores naturales (como la posesión de grandes yacimientos de petróleo) puede ser más importante que la democracia a la hora de explicar los niveles de renta. Y también que, como prueban tanto la España franquista como la China actual, una sociedad “extractiva” puede producir altas tasas de desarrollo. Por desgracia, las cosas no son tan simples como piensan Acemoglu y Robinson.
En último término, Montesquieu, que alumbró ambas teorías, la institucional y la geográfica, resulta vindicado. Las sociedades humanas son complejas y su éxito o su fracaso no pueden explicarse apelando a un solo factor. Es muy tentador para un científico social el vendernos la fórmula mágica del éxito; pero, por desgracia, no está el mundo para crecepelos milagrosos. Y además, estas pócimas sociales entrañan un gran peligro. Fue un simplismo parecido al de Acemoglu y Robinson el que indujo a George W. Bush a invadir Irak, proclamando que, introduciendo allí la democracia a la americana, el país se iba a enderezar y el Oriente Próximo a estabilizarse. Ya hemos visto los resultados.››
Las teorías de Le Goff, Wallerstein y Braudel sobre la globalización a lo largo de la Historia y su relación con el desarrollo.
Jacques Le Goff
El gran medievalista Jacques Le Goff comenta, en el Foro de la Academia Universal de las Culturas celebrado en París (13 y 14-XI-2001) [Le Goff, Jacques. Suerte y desgracia de las mundializaciones. “El País” (24-XI-2001) 17-18. Publicado en “Le Monde” / www.academie-universelle.org], las teorías de los historiadores Immanuel Wallerstein y Fernand Braudel sobre el camino hacia la mundialización o economía-mundo actual, en la que prima lo económico sobre lo político, y repasa las mundializaciones en tres momentos: la Roma antigua, el siglo XVI y la actual, y alerta de que ocasionaron cambios demográficos nocivos a corto plazo, pero también aportaron avances económicos y culturales a largo plazo.
‹‹El conocimiento de las formas anteriores de mundialización es necesario para comprender las que vivimos y para adoptar las posiciones que conviene tomar frente a este fenómeno. Dos obras escritas en los años setenta atañen a una noción que creo que es capital para el problema de la mundialización, y en particular de la actual: la de la economía-mundo. Estos dos libros son el del sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein The Modern World System (1974) y el del historiador francés Fernand Braudel en el tercer volumen de Le Temps du monde de su Civilisation materielle. Économie et capitalisme, Xème-XVIIIème siècle (1979). (...)
El fenómeno que se produce hoy día es que en el fenómeno de la mundialización hay una primacía de lo económico. Es una primacía relativamente reciente que surge en Occidente con el capitalismo de los siglos XVI y XVII, y que Sismondi definió muy bien a principios del siglo XIX en sus Nouveaux principes d’économie politique (1819): ‘El género humano, o toda esta parte del género humano que comercia junta y que de alguna forma no constituye más que un solo mercado’. Como la principal señal de la mundialización son los precios, conviene reflexionar sobre el hecho de que el dinero (y los precios) es un fenómeno esencial en el corazón de la mundialización. Pero Fernand Braudel insiste con fuerza en el hecho de que pensar sólo en la economía sería no sólo un error, sino un peligro. ‘La historia económica del mundo’, escribe, ‘es la historia entera del mundo, pero vista desde un solo observatorio: el observatorio económico. Elegir este observatorio es privilegiar de antemano una forma de explicación unilateral y peligrosa’.
Este autor subraya que en toda mundialización hay cuatro aspectos esenciales, que, según él, constituyen también órdenes: un aspecto económico, un aspecto social, un aspecto cultural y un aspecto político. Insiste también en el hecho de que estos órdenes, aunque son útiles para analizar el fenómeno, no funcionan y no deben considerarse por separado, sino que forman en cierto sentido un sistema y no se puede aislar la economía de los otros aspectos (es muy importante hoy día y las lecciones del pasado deben iluminarnos). (...) Las mundializaciones históricas señaladas por Braudel son: la antigua Fenicia, Cartago, Roma, la Europa cristiana, el Islam, Moscovia, China e India. Estas mundializaciones, que también adquieren forma de imperios -y esto plantea un problema si se quieren analizar históricamente-, se han presentado primero como construcciones esencialmente políticas: es el caso de Roma, de China y de la guirnalda de países dependientes de que se ha rodeado, de India.
El caso de Roma me parece especialmente interesante, porque los romanos tenían la impresión de que extendían su dominación sobre el conjunto del mundo habitado y proyectaban hacerlo. Por lo tanto, ahí había una verdadera intención mundializadora. Habían retomado el término griego para designar ese mundo habitado -la ecúmene- y el Imperio Romano se presentaba como el gobierno de la ecúmene.
Por otra parte, se podrían encontrar mundializaciones parciales; por ejemplo, la Hansa, que reagrupaba en la Edad Media a toda una serie de ciudades y corporaciones en Europa del norte. Aquí aparece otra noción importante cuando se habla de la mundialización: la noción de red. El fenómeno de la mundialización tiende a constituir redes y a apoyarse sobre estas redes. (...) La mundialización implica que hay un desarrollo. Es un término que significa una evolución, y la mundialización es un fenómeno que conquista espacios y sociedades. Hay una respiración de la historia entre los periodos de globalización / mundialización (hay que distinguir periodos de expansión de los imperios a pesar de los lazos entre los dos movimientos) y periodos de fragmentación. Pero hay un hilo conductor, más o menos continuo, de perseverancia de la mundialización como futuro de la historia. Esta tendencia está estimulada por los avances de la técnica y de los instrumentos de comunicación. (...) Fernand Braudel subrayaba que la mundialización capitalista moldeaba el espacio político-geográfico. Alrededor de un centro, de una ciudad, sede de un organismo de impulso, la Bolsa, funcionaban ‘brillantes segundos’ más o menos alejados, y la relación centro-periferia dominaba este sistema jerarquizado espacialmente. Fueron, sucesivamente, Amberes, Amsterdam, Londres, Nueva York. Yo creo más en la importancia de ciertos espacios y Estados económico-políticos. En la Antigüedad fue la Roma mediterránea; de la Edad Media al siglo XV, Europa; hoy día, Estados Unidos. El dominio de la mundialización exige una resistencia razonable y razonada a estas hegemonías. (...) En el fenómeno de la mundialización hay una idea de éxito, de conseguir algo; pero si hay progreso, al mismo tiempo, correlativamente, están las desgracias ligadas a las mundializaciones históricas y que ponen de relieve los peligros de la mundialización actual. ¿Qué aportó Roma a esta ecúmene que ella dominó durante siglos? Le aportó la paz; la pax romana es un elemento ligado a la mundialización. Por consiguiente, el espacio de la mundialización puede y debe considerarse un espacio pacífico. Evidentemente, hay que saber lo que significa esta pacificación, cómo se ha obtenido -desgraciadamente, a menudo se ha conseguido con la guerra- y qué representa la dominación, aunque sea pacífica, que ha aportado.
La mundialización romana aportó a los habitantes, o en todo caso a la capa superior de los habitantes de este espacio mundial, la sensación de una ciudadanía universal: ciudadanos del mundo. El ejemplo más conocido es Pablo de Tarso, San Pablo, ese judío que devino cristiano, que afirmaba con fuerza: ‘Cives romanus sum’ (‘Soy ciudadano romano’).
Por otra parte, la mundialización romana llevó a la formación de un espacio jurídico; por lo tanto, hay nociones y prácticas de derecho ligadas a esta pacificación y que deben acompañarla.
Por último (¿accesoriamente?), hay un problema que dura hasta hoy: el de la lengua, la unificación lingüística.
¿Qué hay que poner en la cuenta de esta mundialización? Al final de un periodo muy largo -varios siglos-, la mundialización romana se mostró incapaz de integrar o asimilar a los nuevos ciudadanos, a los que había llamado ‘bárbaros’, y que, al no poder integrarse en el espacio y el sistema romanos, se sublevaron contra él. En general, la mundialización llama, a largo o corto plazo, a la revuelta de aquellos para los que no supone un beneficio, sino una explotación e incluso una expulsión.
La colonización ligada a la expansión de Europa, y que acabó bajo las formas del capitalismo, comenzó en los siglos XV y XVI, y afectó sobre todo a África y América. Entre lo que se puede llamar progreso hay que decir que puso fin -me choca que se hable tan poco de ello- a la crueldad de las dominaciones y de las culturas precolombinas en América. Los Estados aztecas, incas e incluso mayas eran Estados de una gran crueldad interna, cuyo caso más llamativo eran los sacrificios humanos.
Un problema muy importante en lo que respecta a la mundialización es lo que ocurre desde el punto de vista de la salud, del estado biológico de las poblaciones. Ahí, el balance también es desigual. En América, el resultado fue un resultado globalmente catastrófico. Los colonizadores aportaron involuntariamente, excepto quizá indirectamente por la difusión del alcohol, sus enfermedades, sus microbios, sus bacilos, y perturbaron profundamente, o destruyeron, el equilibrio biológico de los pueblos mundializados. Pero también hay que ver cómo esta colonización aportó los avances de la higiene y de la medicina (más recientemente, esto es especialmente cierto en África).
Además, no creo ceder al mito de los colonizadores franceses, en particular del siglo XIX y la III República, si digo que la mundialización debe aportar, y aporta a menudo, la difusión de la escuela, del saber, del uso de la escritura y de la lectura.
Desde luego, en el otro platillo de la balanza, me aparecen dos grandes desgracias: lo que llamaría violación de las culturas anteriores de los pueblos con una auténtica destrucción de esas culturas. Aquí tiene que entrar en juego un componente importante de la mundialización: la religión. (...) Me gustaría hablar (...) de lo que podríamos llamar, aun a riesgo de resultar chocante, los peligros del monoteísmo. La mundialización ha adquirido un carácter universal con las religiones -dejando aparte el judaísmo, que sólo se dirige a una sociedad particular-, y el cristianismo o el islam, con el monoteísmo, han aportado una idea que se desliza fácilmente -la historia lo ha demostrado- hacia la intolerancia e incluso la persecución.
Por otra parte, (...) nos damos cuenta de que, sobre todo desde que el aspecto económico se ha vuelto primordial, la mundialización desarrolla, crea o en todo caso exacerba la oposición entre pobres y ricos o dominantes. El empobrecimiento es un mal hasta ahora casi inevitable de las mundializaciones. (...). Las mundializaciones no sólo han violado las culturas, sino también la historia. ‘Pueblos sin historia’: esta expresión, inventada a menudo por los colonizadores, ha herido a poblaciones que de hecho tenían una historia, a menudo oral, una historia particular, y que fueron realmente destruidas. La destrucción de la memoria, de la historia del pasado, es algo terrible para una sociedad.››
Las teorías de Rajan y Zingales sobre el desarrollo sostenible.
Raghuram Rajan.
Luigi Zingales:.
Josep M. Colomer es profesor de Economía Política en la Universidad Pompeu Fabra (CSIC) y en un reciente artículo [Colomer. Subdesarrollo sostenible. “El País” (2-V-2006) 11.] reflexiona sobre la cuestión teórica de cómo lograr un desarrollo sostenible a nivel mundial, centrándose en las teorías de los estadounidenses Raghuram Rajan y Luigi Zingales:
‹‹La emigración de latinoamericanos y africanos hacia Estados Unidos y Europa es masiva y cada vez mayor. Hace más de veinte años que empezaron a establecerse regímenes democráticos en casi todos los países de América Latina, así como en algunos de África. Pero en la mayor parte de estos países la democracia no ha comportado más crecimiento y desarrollo económicos, sino, acaso, más libertad para protestar y para emigrar.
Algo sabemos sobre los factores del desarrollo. Muchos economistas y politólogos han corrido miles de regresiones estadísticas y han llegado a identificar las variables más significativas, sobre todo la educación y las instituciones económicas. Estas últimas, es decir, los derechos de propiedad, la competencia en los mercados, las monedas fiables, las garantías de los contratos, han sido también asociadas a algunas instituciones políticas democráticas, aunque, a medida que pasa el tiempo, el efecto de estas últimas parece indirecto y menor. En esencia, pues, si hay educación y mercados, habrá desarrollo. Pero lo que nadie ha explicado muy bien hasta ahora es por qué la carencia de educación y de mercados, y por ende el subdesarrollo, es tan persistente en ciertas áreas del mundo.
Dos economistas americanos pueden haber dado recientemente con el enfoque socio- político adecuado (R. Rajan y L. Zingales, The persistence of underdevelopment, www.nebr.org, marzo 2006). Los puntos clave de su análisis son dos. Primero, las personas con escolarización y estudios profesionales, si son relativamente pocas y gozan, por tanto, de ventaja relativa, rechazan la difusión de la educación porque les comportaría pérdidas de posición. Como muchos sabemos, cuando los estudios se generalizan, tener un título académico sirve para competir a un nivel más alto, pero no garantiza una salida profesional mejor que los demás. Segundo, las personas sin escolarizar rechazan la introducción de mercados porque carecen de habilidades y recursos para competir en ellos. Estos dos supuestos son crudos, casi crueles, pero probablemente no mucho más que la realidad misma, de modo que pueden generar una gran capacidad explicativa.
Si una sociedad puede comprenderse de un modo simplificado a partir de la existencia y la interacción de tres grupos básicos -los digamos oligarcas, la clase media educada y los pobres sin educación-, siempre podrá haber una coalición capaz de bloquear los cambios que conducirían al desarrollo. Por un lado, los oligarcas y la clase media educada bloquearán la difusión de la educación porque con ella perderían su ventaja relativa. Se formará así una coalición conservadora, capaz de paralizar un país durante varias generaciones. Por otro lado, los oligarcas y los pobres analfabetos bloquearán las reformas favorables a la competencia mercantil porque con ella perderían posiciones, dadas su ineficiencia y su baja productividad. Ésta es la que podríamos llamar coalición populista, tan tradicional como actual en algunas antiguas colonias, que suele cubrirse con ropajes nacionalistas y, más recientemente, de antiglobalización.
Hay, pues, tras la persistencia del subdesarrollo, un juego político decisivo. Pero también parece que hay continuidades históricas, especialmente desde la época colonial. Cuando los colonos procedentes de Europa se establecieron en tierras poco pobladas y fueron la inmensa mayoría de la comunidad -como en América del Norte-, se partió de condiciones muy igualitarias que favorecieron la difusión de la propiedad, la competencia y la educación. Cuando, por el contrario, los colonos europeos se enfrentaron a una numerosa población indígena o donde la migración de pobres analfabetos desde Europa dejó a las clases educadas en minoría, éstas recurrieron al autoritarismo y la exclusión social para mantener su dominio y sus privilegios. Resulta, pues, relevante el legado colonial, pero no tanto con respecto a las instituciones, como otros autores han enfatizado, ya que en muchos países las instituciones tradicionales han sido sustituidas por nuevas fórmulas democráticas, sino sobre todo por la continuidad de los apoyos sociales a los mecanismos de aislamiento, bloqueo y exclusión.
Esta explicación del subdesarrollo persistente también puede ser utilizada para tratar de entender, por contraste, las historias de éxito en otros lugares. Según Rajan y Zingales, la difusión de la educación en algunos países puede haber sido un resultado de motivaciones no económicas, incluidas las de ciertos líderes religiosos con interés en que los fieles puedan leer directamente los textos sagrados, gobernantes belicosos necesitados de una soldadesca numerosa y preparada o algunos ideólogos mesiánicos con pretensión de redimir a la población. Este tipo de factores, así como los choques externos, podrían iluminar el arranque del desarrollo económico en la Europa central y nórdica en periodos ya remotos o, más recientemente, el de algunos países que se libraron de las dictaduras comunistas.
Revisando con esta perspectiva el caso de España, parece que está bien aclarado que, en la segunda mitad del siglo XX, algunas instituciones de mercado se impusieron por agotamiento del moldeo autárquico y el choque de los capitales, las rentas y los turistas europeos. Pero no está tan claro, al menos para el autor de este artículo, por qué se difundió la escolarización; es decir (por plantearlo en los términos del modelo a que nos estamos refiriendo), qué indujo a las tradicionales clases educadas a aceptar la llamada masificación de las escuelas y las universidades si el resultado previsible era, como ha sido, una mayor igualación social.
¿Fueron la nueva competencia de mercado y las consiguientes expectativas laborales y profesionales, a partir de los años sesenta, las que generaron en España una masiva demanda popular de educación? ¿Cabría, pues, inferir que la reforma a favor del mercado es prioritaria porque ella puede generar las condiciones para la reforma a favor de la educación? Si es así, ¿por qué, entonces, no se genera una demanda de educación parecida en muchos países subdesarrollados cuando sus economías se abren por un choque exterior? ¿Es precisamente porque los que podrían generar esa demanda, es decir, los relativamente más despiertos, inconformistas y ambiciosos, optan por emigrar?››
La teoría de Samuelson sobre la globalización y el desarrollo.
Paul Samuelson
Paul Samuelson [Cómo la globalización fomenta y mitiga a la vez la desigualdad. “El País” Negocios (22-IX-2002) 21. ] cita la ley de Kuznets que reza que las sociedades pobres que se desarrollan empero crecen en desigualdad, hasta que llegan a cierto nivel en el cual la desigualdad se reduce. Considera que las democracias deben equilibrar la economía entre mecanismos de mercado y políticas de regulación. [www.esi2.us.es/~mbilbao/pdffiles/samuelson.pdf] © 2002, Los Angeles Times Syndicate International, una división de Media Tribune Services.
‹‹El estimado premio Nobel de Economía de Harvard, el fallecido Simon Kuznets, enunció una famosa ley, la ley de Kuznets: 1) Las sociedades pobres y atrasadas tienden a sufrir gran desigualdad. 2) Sin embargo, cuando salen de la pobreza y empiezan a desarrollarse, la desigualdad se vuelve todavía peor al principio. 3) Pero cuando esa sociedad alcanza niveles avanzados modernos, se produce un cierto retorno sistemático hacia una mayor igualdad.
De ser cierto, éste sería un hallazgo importante. Para Europa Occidental y Estados Unidos predeciría un futuro -durante 2005 y 2025- en el que los ricos no se volverían más ricos, y los pobres, más pobres. Desgraciadamente, la economía no es, ni puede ser, una ciencia exacta como la física o las matemáticas. La Ley de Kuznets, antes y después de que este gran estadístico muriera, empezó a ser rechazada por los hechos desnudos de la historia económica.
Después de que la popularidad del New Deal y de la política del Partido Socialdemócrata empezase a menguar, las economías avanzadas de Norteamérica, Europa Occidental y la Cuenca del Pacífico han visto en las últimas décadas fuertes vientos que soplan hacia una mayor desigualdad en la mayoría de las economías de mercado. Esto queda ilustrado por un dramático hecho. Hace 50 años, un jefe ejecutivo de una gran empresa estadounidense tenía un salario medio 40 veces superior al de un empleado de mediana categoría. Ahora esa cifra se ha multiplicado por diez y es casi 400. Las estadísticas de Gini revelan una tendencia bastante parecida en la Unión Europea e incluso en los países escandinavos.
Sin embargo, al mismo tiempo es cierto que el bienestar de los pobres en las regiones de alta productividad ha aumentado y sigue superando las rentas reales de los pobres en sociedades menos acaudaladas. Por consiguiente, ‘los ricos se vuelven más ricos, y los pobres, más pobres’, es un resumen inapropiado de las tendencias globales modernas.
Si la India de 1950, o, ya puestos, la Corea del Sur de 1950, hubieran estado en aquel entonces rodeadas de otras naciones todas tan pobres como ellas, ¿su crecimiento entre 1950 y 2002 habría sido más rápido o más lento? Todas las pruebas aportan una respuesta inequívoca a esta pregunta. Podemos dar la misma respuesta para las economías de Europa del Este que han dejado atrás el colectivismo al estilo soviético.
Una vez que una sociedad pobre empieza a desarrollarse, se beneficia enormemente de la presencia a su alrededor de regiones de productividad más elevada. No sólo puede aspirar a importar parte de su tecnología avanzada, sino que también las leyes de la ventaja comparativa aplicadas al comercio internacional dictan que la contratación externa del mundo avanzado estimulará un crecimiento impulsado por las exportaciones y tenderá a proporcionar una tendencia ascendente de salarios reales equilibrados en la sociedad incipiente. Desde Japón hasta Hong Kong, pasando por Singapur y Corea, el crecimiento impulsado por las exportaciones ha sido el patrón común. ¿Por qué iban a ser Rusia y Hungría diferentes entre ahora y 2010?
Un importante informe reciente de la Agencia Nacional de Investigación Económica realizado por el economista de la Universidad de Columbia Xavier Sala-Martín apoya esta hipótesis más alegre. Cito unas cuantas líneas de su extenso estudio de 2002.
En los últimos 20 años, ‘las tasas de pobreza han disminuido considerablemente’. El número global de personas en la categoría de renta real inferior a un dólar al día ‘ha disminuido en 235 millones... El número por debajo de dos dólares al día disminuyó en 450 millones... Asia constituye un gran éxito, sobre todo después de 1980. Latinoamérica redujo la pobreza considerablemente en la década de los setenta, pero el progreso se detuvo en los años ochenta y noventa. Los peores resultados se dieron en África, donde las tasas de pobreza han aumentado considerablemente... Calculamos nueve índices de desigualdad implicados por nuestra distribución de la renta mundial. Todos ellos muestran una reducción considerable de la desigualdad global entre la década de los ochenta y la de los noventa’.
¿Cómo es posible esta última frase? Simplemente recuerden que más de 2.000 millones de los 6.000 millones de habitantes del mundo viven en China e India. Recuerden también que después de que estas naciones gigantescas hicieran las paces con la nueva economía global, las rentas reales allí dieron un salto adelante, de forma muy parecida a lo que había sucedido anteriormente en la Cuenca del Pacífico.
Permítanme informarles brevemente de los cálculos más recientes realizados por expertos sobre la historia económica global, que aparecen en el nuevo libro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) titulado The World Economy: A Millennial Perspective, de Angus Maddison. El catedrático calcula lo siguiente:
En el año 1000 la renta real per cápita en África superaba a la de Europa por un escaso porcentaje. Eso se debía a que el producto interior bruto (PIB) de Europa cayó un 10% entre los años de Roma 0 y 1000 después de Cristo. Hacia el año 1500 Europa empezó a utilizar el conocimiento científico para crecer más deprisa que las otras regiones: lo que empezó en la católica Italia pronto fue superado por la Holanda protestante, que fue número uno durante tres siglos, hasta que en 1836 Gran Bretaña se hizo con la primera posición. Hacia 1904, EE UU a su vez superó a Gran Bretaña y continúa en el puesto más alto de la lista.
Las medidas de Maddison refutan claramente los cálculos anteriores, según los cuales China iba por delante de Occidente en 1800, seguida de cerca por Japón. Maddison calcula que hacia la época de Mao China había caído hasta alcanzar apenas el 10% del nivel de Europa Occidental.
Según el testimonio a largo plazo de la historia económica, la ciencia más el uso del mecanismo de mercado competitivo parecen haber sido los únicos ejemplos de crecimiento sostenido de la productividad. El PIB per cápita del Puerto Rico ‘colonial’ es el más alto de Latinoamérica. Aunque el régimen de cuatro décadas de Castro en Cuba extendió la educación y la atención sanitaria a los pobres urbanos y rurales, la renta real per cápita en general disminuyó en un 36%. La historia es similar a la de la China de Mao.
Recuerden también que la Europa del Este y la Alemania del Este de Stalin contrastaban malamente en productividad y crecimiento con las economías mixtas orientadas al mercado de Europa Occidental. Observamos un contraste todavía más claro si comparamos las estadísticas de Corea del Norte y del Sur.
Uno puede entender por qué los pobres de África y Oriente Próximo están resentidos con el mundo en vías de desarrollo y el mundo desarrollado. Y es natural que los estudiantes idealistas de las culturas occidentales acaudaladas se manifiesten en la calle en contra de la globalización. Les sorprende que los niños tengan que trabajar en fábricas en las que se les explota y en entornos contaminados. Pero no tienen en cuenta lo que les pasaría a las rentas reales medianas en esas regiones pobres si las medidas proteccionistas volvieran a llevarse esos puestos de trabajo a las sociedades más opulentas. Intenten pensar seriamente en lo que eso supondría para la desigualdad en el mundo.
¿Que si creo que todo está bien globalmente? No. Las naciones democráticas deben aprender a equilibrar la economía moderna mixta entre mecanismos de mercado casi laissez faire y políticas públicas encaminadas a la regulación y a la mejora de las peores injusticias que serían inevitables con unos mercados libres libertarios.
Ésta es la opinión de una persona tras una larga carrera como economista académico. Y más arriba he presentado algunas de las pruebas en que se funda.››
La teoría de Stiglitz sobre la globalización y el desarrollo.
Joseph E. Stiglitz
El economista estadounidense Stiglitz [Stiglitz, Joseph E. Para que funcione la globalización. “El País”, Domingo (17-IX-2006) 9.] reflexiona sobre la globalización y sus efectos sobre el desarrollo y el subdesarrollo, proponiendo una vía democrática para un crecimiento sostenible que difunda la prosperidad a nivel mundial:
‹‹Comprender el fenómeno ayuda a formular remedios y tratar las causas subyacentes. La necesidad de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio nunca ha sido tan grande, y la confianza en ellas rara vez ha sido tan escasa.
La teoría económica no dice que todo el mundo vaya a beneficiarse de la globalización, sólo que los beneficios netos serán positivos.
Controlar el proceso brinda la posibilidad de rehacer la globalización y conseguir un nivel de vida más alto para todo el mundo.
He escrito repetidamente sobre los problemas de la globalización: un régimen de comercio global injusto que impide el desarrollo, un sistema económico global inestable que provoca crisis recurrentes en las que los países pobres se ven lastrados una y otra vez por una deuda insostenible, y un régimen global de la propiedad intelectual que niega el acceso a medicamentos asequibles que salvan vidas, incluso cuando el sida hace estragos en el mundo en desarrollo.
También he escrito sobre las anomalías de la globalización: el dinero debería fluir de los países ricos a los pobres, pero en los últimos años ha ido en el sentido contrario. Aunque los ricos tienen más capacidad para soportar los riesgos de las fluctuaciones de las divisas y los tipos de interés, son los pobres los que soportan la mayor parte de esta volatilidad. De hecho, he protestado tan fuerte y ruidosamente por los problemas de la globalización que muchos han llegado a la conclusión errónea de que pertenezco al movimiento antiglobalización. Pero yo creo que la globalización tiene un potencial enorme, siempre que se gestione adecuadamente.
Hace unos setenta años, durante la Gran Depresión , John Maynard Keynes formuló su teoría del desempleo, que analizaba cómo la acción del Gobierno podía reinstaurar el pleno empleo. Aunque los conservadores le vilipendiaron, Keynes en realidad hizo más por salvar al sistema capitalista que todos los financieros promercado juntos. Si se hubiera seguido a los conservadores, la Gran Depresión habría sido todavía peor y la exigencia de una alternativa al capitalismo habría sido más fuerte. Asimismo, a menos que reconozcamos y abordemos los problemas de la globalización, será difícil mantenerla. La globalización no es inevitable: ya ha habido reveses en el pasado, y pueden volver a producirse.
Los partidarios de la globalización tienen razón al decir que posee potencial para mejorar el nivel de vida de todo el mundo. Pero no lo ha hecho. Ya no se pueden pasar por alto las preguntas formuladas por los jóvenes trabajadores franceses que dudan sobre cómo va a mejorar su situación la globalización si implica aceptar unos salarios más bajos y una protección laboral más endeble.
Tampoco se puede responder a esas preguntas con la nostálgica esperanza de que algún día todo el mundo se beneficiará. Como señalaba Keynes, a largo plazo, todos estamos muertos. La creciente desigualdad en los países industrializados avanzados fue una consecuencia de la globalización prevista desde hace mucho, pero rara vez anunciada. La plena integración económica supone la equiparación de los trabajos no especializados en todo el mundo y, aunque estamos muy lejos de alcanzar esta meta, la presión descendente que recae sobre los que están más abajo es evidente.
En la medida en que los cambios tecnológicos han contribuido a lo que prácticamente es un estancamiento de los salarios reales para los trabajadores poco especializados en Estados Unidos y otros lugares durante las últimas tres décadas, los ciudadanos poco pueden hacer. Pero pueden hacer algo respecto a la globalización. La teoría económica no dice que todo el mundo vaya a beneficiarse de la globalización; sólo que los beneficios netos serán positivos y que, por tanto, los vencedores podrán compensar a los perdedores y, aun así, salir ganando. Pero los conservadores afirman que para seguir siendo competitivos en un mundo globalizado deben recortarse los impuestos y reducir el Estado de bienestar. Esto se ha hecho en EE UU, donde los impuestos se han vuelto menos progresistas y las subvenciones fiscales se han otorgado a los ganadores (aquellos que se benefician de la globalización y los cambios tecnológicos). En consecuencia, Estados Unidos y otros que siguen su ejemplo se están convirtiendo en países ricos con gente pobre.
La vía escandinava.
Pero los países escandinavos han demostrado que existe otra vía. Por supuesto, el Gobierno, al igual que el sector privado, debe esforzarse por ser eficaz. Pero las inversiones en educación e investigación, junto con una sólida red de seguridad social, pueden llevar a una economía más productiva y competitiva, con más seguridad y un nivel de vida más alto para todo el mundo. Una red de seguridad fuerte y una economía próxima al pleno empleo ofrecen un entorno propicio para que todos los interesados -trabajadores, inversores y empresarios- sean partícipes de los riesgos que requieren las nuevas inversiones y empresas. El problema es que la globalización económica ha dejado atrás a la globalización de la política y las mentalidades. Dependemos más de los demás, lo cual aumenta la necesidad de actuar juntos, pero no disponemos de marcos institucionales para hacerlo de manera eficaz y democrática.
La necesidad de organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio nunca ha sido tan grande, y la confianza en estas instituciones rara vez ha sido tan escasa. La única superpotencia del mundo, Estados Unidos, ha demostrado su desdén por las instituciones supranacionales y ha trabajado asiduamente para socavarlas. El amenazador fracaso de la ronda de desarrollo de conversaciones sobre comercio y la larga demora de la exigencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de un alto el fuego en Líbano no son más que los últimos ejemplos del menosprecio de Estados Unidos por las iniciativas multilaterales.
El mejorar nuestra comprensión de los problemas de la globalización nos ayudará a formular remedios -algunos, pequeños; otros, grandes- orientados a ofrecer un alivio sintomático y abordar las causas subyacentes. Hay una amplia gama de medidas que pueden beneficiar a la gente de los países desarrollados y en vías de desarrollo, lo cual otorgaría a la globalización la legitimidad popular de la que actualmente carece. En otras palabras, se puede transformar la globalización; de hecho, está claro que será transformada. La cuestión es si ese cambio nos vendrá impuesto por una crisis o como resultado de una deliberación y un debate cuidadoso y democrático. Los cambios impulsados por crisis entrañan el riesgo de provocar una reacción contra la globalización, o una remodelación fortuita de la misma, que simplemente allanaría el terreno para más problemas en el futuro. Por el contrario, el hacerse con el control del proceso brinda la posibilidad de rehacer la globalización, de modo que por fin esté a la altura de su potencial y sus promesas: un nivel de vida más alto para todo el mundo.››
Conclusión: las causas
Todas estas teorías abordan puntos de vista parciales y de su unión surge una visión más ecléctica: la evolución histórica del mundo en los siglos XIX y XX provocó un fuerte desequilibrio económico, social, cultural y tecnológico, agravado por condicionamientos ambientales y demográficos.
Las causas del desequilibrio mundial serían sobre todo: el crecimiento de la población, la herencia del colonialismo y el intercambio desigual.
- El crecimiento de la población. La explosión demográfica y la excesiva presión de la población del Tercer Mundo sobre los recursos naturales impiden que el crecimiento económico supere al demográfico.
- La herencia del colonialismo. Sus orígenes están están en la Revolución Industrial de Occidente, el subsiguiente imperialismo y la colonización europea del Tercer Mundo, con algunas excepciones, para la explotación de los recursos naturales y mantener un comercio desigual. La descolonización después de 1945 y la pérdida de la hegemonía europea respecto a EE UU y URSS supuso un nuevo fenómeno de dominio: el neocolonialismo, de base económica, con un dominio comercial, tecnológico y financiero sobre el Tercer Mundo.
- El intercambio desigual. Los flujos de intercambio de capital, tecnología y recursos son claramente mejores para el Primer Mundo, a costa del Tercer Mundo. Este punto se estudia en el apartado siguiente.
3. INTERDEPENDENCIAS ENTRE DESARROLLO Y SUBDESARROLLO. FLUJOS:
Hay una interdependencia entre desarrollo y subdesarrollo, en una bipolarización Norte/Sur, tras desaparecer el enfrentamiento Oeste/Este tras la caída del bloque comunista. Esta interdependencia se evidencia en varios flujos: de capital, transferencia tecnológica, comercial de materias primas, demográfica e industrial.
El capital.
El flujo de capitales Norte/Sur corre en las dos direcciones. El Norte transfiere al Sur inversiones extranjeras, créditos públicos y privados, subvenciones en forma de ayuda al desarrollo... pero también salen del Sur hacia el Norte la mayor parte de los beneficios empresariales y de los intereses de los créditos, amén de que muchas subvenciones esconden cláusulas comerciales de retorno. La enorme deuda externa y el crónico déficit comercial son graves males del mundo subdesarrollado.
Pero merece atención el fenómeno de cuán rápido puede ser el cambio: China, un país pobre hacia 1980, ha pasado en 2010 a ser el gran acreedor mundial, con las mayores reservas de divisas, y otros muchos países emergentes ya le siguen.
La tecnología.
El Primer Mundo vende al Tercero su tecnología atrasada u obsoleta y obtiene cuantiosos beneficios. Las escasas empresas de tecnología moderna que se instalan, generalmente en forma de filiales, aseguran royalties a los propietarios de la tecnología, las grandes multinacionales.
Pero en la actualidad también aquí aparece el fenómeno de los países emergentes. Por ejemplo, China, India o Corea del Sur han sobrepasado a muchos países europeos en pocos años.
Los recursos naturales y la energía.
Materias primas y energía fluyen hacia el Norte, a precios favorables a éste respecto a los precios industriales, que incorporan mayor valor añadido. Muchos países subdesarrollados deben desatender la producción de alimentos para producir materias primas para el mercado mundial. El caso de Chad es paradigmático: mientras hay una hambruna mortífera, los campesinos, empujados por el Estado, abandonan la producción alimentaria y producen algodón para la exportación pues es el único ingreso del país en divisas; casi están sin fuerzas para trabajar y este monocultivo erosiona las tierras y agrava el problema.
La interdependencia entre los países es hoy mucho mayor que nunca en la Historia, debido a la globalización de la economía, con los grandes núcleos regionales deshaciendo las trabas fronterizas del pasado como vemos en la Unión Europea, el Acuerdo Nafta en América del Norte o el Mercosur; y con las grandes multinacionales que producen donde los costos son menores o donde las ventajas de fabricación son mayores, en busca de la máxima competitividad.
En suma, el comercio mundial se ha multiplicado en valor por 27 entre 1950 y 2010, de modo que muy pocos países son hoy autosuficientes, salvo en los casos de economías muy subdesarrolladas como Bután, Malawi o Burkina Faso, que apenas tienen bienes exportables para intercambiar.
La mano de obra.
La corriente migratoria Sur/Norte es un grave problema actual, con pérdida de los mejores trabajadores del Sur y tensiones sociales en el Norte. Por ejemplo, en la Unión Europea viven en 2010 casi 10 millones de inmigrantes (de fuera de la UE) y su número aumentará. En el Magreb africano la población se dobla cada 25 años y su salida natural será Europa. Además crece el problema de los refugiados que huyen del hambre, la miseria y las guerras.
La deslocalización industrial.
La deslocalización industrial es una estrategia empresarial creciente en la nueva división internacional del trabajo. Esta asigna al Tercer Mundo las industrias con más mano de obra (pues en el mundo desarrollado esta es más cara y menos disciplinada), con menor valor añadido, con una tecnología más simple, con más contaminación, con menos duración del producto. Pero esta deslocalización no es del todo negativa, pues tiene un efecto positivo al aumentar su PIB y empleo, siendo en los Nuevos Países Industriales un paso intermedio hacia su despegue industrial.
4. EL MUNDO SUBDESARROLLADO.
4.1. CONCEPTO.
Definición.
Conjunto mundial de países con bajo o mal nivel de desarrollo económico-social.
Origen.
El concepto de subdesarrollo nace después de 1945, con un discurso de Truman en 1949, en referencia a los Estados atrasados en el camino al desarrollo.
Sinónimos.
El demógrafo francés Alfred Sauvy establece en 1952 el concepto de Tercer Mundo, basándose en que la sociedad del Antiguo Régimen en 1789 con sus tres estados sociales sería el modelo comparativo, con su estado bajo (la plebe) que correspondería al mundo subdesarrollado, con África, Asia y América del Sur. El Primer Mundo sería el desarrollado, el Segundo Mundo sería el de los países socialistas. Ha surgido luego el concepto de Cuarto Mundo, aun más subdesarrollado, más miserable, que algunos autores están limitando a los grupos marginados (mendigos, delincuentes, drogadictos, desempleados desprotegidos) de la sociedad del Primer Mundo.
Los marxistas en los años sesenta postulan las teorías sobre el centro y la periferia, dominador y dominado.
En los años 70 aparece el concepto Norte-Sur (un informe presentado al canciller alemán Brandt se denominó Norte-Sur, un programa para la supervivencia), uno rico y otro pobre, nacido por el diálogo respecto al precio de las materias primas, como un esfuerzo internacional de resolver el problema del subdesarrollo por vías pacíficas.
El concepto de subdesarrollo parece despreciativo para algunos historiadores (Rostow), que prefieren “países en proceso de desarrollo”, porque entienden que algún día lo alcanzarán.
Otros ha acuñado el concepto de países menos avanzados (PMA), unos 40, africanos, asiáticos y de Oceanía, con muy baja renta per cápita (menos de 500 dólares), gravísimos problemas de alimentación, educación, sanidad o poca democracia. Se correspondería con el Cuarto Mundo.
CARACTERÍSTICAS.
Hay dificultades para asentar unas características generales: el hambre no es un problema de todos los países subdesarrollados, ni el PIB por habitante (muchos países productores de petróleo pueden tener un alto PIB per cápita y seguir siendo subdesarrollados porque la mayoría de la población no se beneficia), ni la ausencia de industria. Hay que usar varios factores, que se cumplan en su mayoría:
Crecimiento demográfico.
Excesivo crecimiento de la población, altas tasas de natalidad y de mortalidad infantil, analfabetismo extendido, emigración interior y exterior, macrocefalia urbana de las capitales, etc.
Problemática socio-política.
Hay un empleo infantil masivo, paro elevado, falta de democracia, democracias débiles o dictaduras, luchas internas, conculcación o poco cumplimiento de los derechos humanos, desequilibrio social, miseria, marginación de la mujer, mala alimentación, hambrunas periódicas, etc. Muchos países subdesarrollados son antiguas colonias, que cuando alcanzaron la independencia sufrieron el neocolonialismo y se acrecentaron los graves problemas que pensaban resolver tras la independencia.
Retraso económico.
Hay una escasa industrialización, una excesiva dependencia tecnológica del exterior, excesiva dimensión de los sectores primario y de servicios (público sobre todo), bajo nivel de renta y consumo, intercambios desiguales con el exterior (fruto de un neocolonialismo, que hace que el Tercer Mundo exporte materias primas y energía e importe productos manufacturados). Sufre los vaivenes de los precios agrícolas y de las materias primas, y de la elevada deuda exterior. Pero a partir de l990 la mayoría de los países emergentes muestra una mayor velocidad de crecimiento que la de los países desarrollados, y hay consenso en que esta tendencia continuará en el siglo XXI, dado que son los mercados emergentes donde surge una clase media que demanda más alimentos y otras materias primas, los que avanzarán más rápido que los países ricos.
Problemática sanitaria y de condiciones de vida.
Hay hambre o desnutrición, enfermedades endémicas y menor esperanza de vida, escaso acceso al agua potable.
Desequilibrio espacial.
Hay un desequilibrio territorial entre las capitales y el resto de ciudades y el campo, y entre los barrios ricos y pobres. No hay una integración espacial, sino que aparece un núcleo dominante (por ejemplo, Buenos Aires en Argentina) y una periferia explotada, reproduciendo la división mundial de centro y periferia.
TIPOLOGÍA: REGIONALIZACIÓN.
La tipología se debe a varias causas, históricas, recursos productivos, desarrollo cultural, régimen político, etc. Algunos países pertenecen a varios grupos, como los petroleros de Indonesia y los latinoamericanos y la clasificación es fluida. Por ejemplo, es todavía difícil conjeturar qué países pertenecen al grupo de los NPI porque nos faltan estadísticas fiables.
América Latina.
Desde México y Caribe hasta Argentina, con diferencias en sus niveles de desarrollo. El colonialismo ibérico marcó su historia y luego el neocolonialismo ejercido por Gran Bretaña y EE UU. Hay una relativa industrialización, un amplio mercado de consumo, y relativamente pocos problemas de sanidad y desnutrición, pero graves problemas de dependencia económica, deuda externa, desvertebración territorial, desigualdades sociales y tensiones políticas internas.
En 2011 Latinoamérica parece cada vez más dividida en dos grupos, según un reciente estudio que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), basado en pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Existe un grupo de países que crecen menos, liderados por México y que agrupa a Centroamérica y el resto del Caribe, que son importadores netos de materias primas, exportan sus bienes y servicios sobre todo a mercados desarrollados (28% en el caso mexicano), sus índices de inversión relación con el PIB son relativamente bajos y dependen en buena parte de las remesas que sus emigrantes envían desde EE UU o Europa. El colectivo encabezado por México se expandirá el 2,7% en 2010-2011, según el FMI.
El otro grupo, el de los que se expanden más, está encabezado por Brasil y se trata de países exportadores netos de materias primas, cuyos precios han subido en la última década por la demanda china, destinan un menor porcentaje de sus exportaciones a países industrializados, invierten más que los del “conglomerado” mexicano -como lo llama el BID- y dependen menos de las remesas. El grupo encabezado por Brasil incluye a Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Trinidad y Tobago. El PIB de este grupo de países aumentará el 4,4% en 2010-2011 debido al aumento de los precios de las materias primas, el auge de Asia como importante comprador de productos primarios latinoamericanos, los bajos tipos de interés mundiales y los crecientes flujos de capital desde mercados desarrollados hacia emergentes, que ofrecen más atractivo para la inversión.
Pero siempre pesan factores internos de cada país que explican que se pueda desmarcar de la tendencia de su grupo. Por ejemplo, Venezuela será el país de peor evolución en Latinoamérica en el periodo 2010-2011, con una caída del PIB del 1% anual de media, pese a pertenecer al equipo de los veloces. Y República Dominicana, que está en el de los más lentos, será el segundo que más crecerá en la región, con un 6,5% anual.
Nuevos Países Industriales de Asia (NPIA).
Los NPIA conforman los muy conocidos Cuatro Dragones: Singapur, Hong-Kong (ya integrado en China), Corea del Sur, Taiwán, más los recientes NPIA en progresiva incorporación en los años 80 y 90: Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas, Vietnam, aunque muchos geógrafos les incluyen todavía en el grupo del Sureste asiático. Los Cuatro Dragones tienen altos niveles de renta, pero su mano de obra es demasiado barata y explotada, con desigualdades sociales, sanitarias, territoriales, problemas políticos... Han tenido crecimiento pero aún no gozan de un desarrollo armónico asentado, aunque ya están muy cerca de conseguirlo.
India y Sureste asiático.
Cuenta con 1.600 millones de personas, con un campesinado muy numeroso que vive aún en una desigualdad extrema, desnutrición y analfabetismo, falta de sanidad y graves problemas políticos. En el año 1990 era todavía un bloque homogéneo en su subdesarrollo, pero posteriormente mientras algunos países están abandonando el grupo y se incorporan a los NPIA, otros como como Birmania, Bangladesh y Pakistán apenas han entrado en esta dinámica de progreso.
China.
China tiene en 2010 cerca de 1.330 millones de habitantes (21% de la Humanidad), con un régimen político comunista que impide la democracia y sufre fuertes tensiones internas, pero que ha logrado redistribuir parte de la renta e impedir el hambre. El PIB era en 1970 similar al de España con una población 30 veces superior, pero su enorme desarrollo económico y social posterior hace prever que será la primera potencia económica mundial hacia el 2025-2030. La receta es el control demográfico (descenso de la natalidad), la abundante y barata mano de obra, un alto nivel científico-técnico y, sobre todo, la apertura económica al sector privado, al comercio exterior y la inversión internacional. Puede ser considerado como un gigantesco NPIA.
Países Exportadores de Petróleo.
Pertenecen sobre todo a los ámbitos islámico, africano y asiático. Cuentan con unas relativamente elevadas rentas personales medias debido a los ingresos del petróleo y el gas natural, que en gran parte han recuperado de manos de las empresas petrolíferas multinacionales. Pero padecen una escasa diversificación productiva, una gran desigualdad social, y sufren ciclícamente la dependencia del petróleo cuando bajan sus precios en el mercado mundial.
África.
Es el continente con peores problemas pero también crecen las esperanzas. La mayor parte de los países pertenece al Cuarto Mundo (los más pobres de los pobres). El colonialismo y el neocolonialismo europeo arrasaron sus economías y culturas. Padece la superpoblación, la insuficiente explotación de sus recursos, hambrunas y epidemias (el SIDA), falta de democracia, desigualdad social, gran deuda externa... El panorama parece apocalíptico para el “continente negro”, pero hay motivos para la esperanza: la democracia se extiende pese a las dificultades, el modelo surafricano es muy tentador, hay una creciente integración en los mercados mundiales, y crece la demanda de sus materias primas y fuentes de energía gracias al tirón de China y otros países emergentes.
5. MUNDO DESARROLLADO.
CONCEPTO.
Definición.
Conjunto mundial de países con altos niveles de desarrollo económico-social.
Origen.
Es el mismo que el de mundo subdesarrollado, naciendo por oposición a este concepto.
Sinónimos.
Primer Mundo, países desarrollados, países avanzados.
CARACTERÍSTICAS.
Sus características son las contrarias al modelo anterior.
Poco crecimiento demográfico.
Cuenta con bajas tasas de natalidad y mortalidad, con un escaso o nulo crecimiento vegetativo y un excesivo envejecimiento de la población.
Progreso social.
Tiene una gran igualdad de renta, sistemas de protección social y redistribución de la renta, pese a las políticas neoliberales o neoconservadoras que pretenden desmontar el Estado del bienestar cuando hay crisis económicas, como se advierte a partir de 2008.
Riqueza económica.
Tiene una buena capacidad productiva, de infraestructuras y preparación laboral. Predomina el sector de servicios y una industria de alto valor añadido.
Alto bienestar y de condiciones de vida.
El excedente de renta y la satisfacción de las necesidades primarias permiten el consumo de bienes inmateriales (ocio, turismo, salud o medio ambiente), en un “Estado de bienestar”. La cultura y la educación como capital humano, es una característica fundamental de los países desarrollados, lo que explica que países con escasos recursos naturales (Dinamarca, Suiza, Japón) tengan altos niveles de desarrollo, mientras los países subdesarrollados son pobres en capital humano. Además, se demanda más educación donde ya hay educación, y no se aplica al capital humano la ley de rendimientos decrecientes que sí se aplica al capital físico. Así, los países desarrollados demandan mano de obra preparada de los pobres y en aquellos su rendimiento es mayor.
Integración espacial.
Hay un alto índice de urbanización, integración armoniosa de campo-ciudad y mejor distribución espacial de los servicios, aunque haya deficiencias.
TIPOLOGÍA: REGIONALIZACIÓN.
Hay varios tipos de desarrollo, marcados por circunstancias históricas, dependencia, nivel de desarrollo, etc.
Los países excomunistas.
Son los menos ricos entre los desarrollados, han sufrido profundos cambios económicos y políticos, y cuentan con niveles de renta y consumo inferiores a los de Occidente, pero con un buen nivel de industria, ciencia, técnica, cobertura social y estructuración espacial (salvo la parte asiática de la antigua URSS), y con la ventaja de tener grandes recursos de materias primas y fuentes de energía.
El grupo dependiente.
Está formado por países de nivel medio como España, Portugal, Grecia, Irlanda en Europa; Canadá en América; Australia y Nueva Zelanda en Oceanía; más algunos más. Se caracterizan por tener una dependencia de otros Estados más avanzados. También se llaman países desarrollados periféricos.
El grupo dominante.
El grupo dominante está integrado por las verdaderas locomotoras y líderes de la economía mundial: EE UU, Japón y la mayoría de los países europeos integrados en la UE, sobre todo Alemania.
LOS MODELOS NORTEAMERICANO, EUROPEO Y ASIÁTICO.
Los modelos económicos básicos del mundo desarrollado son tres: el norteamericano, el europeo y el asiático.
El norteamericano en la actualidad produce más crecimiento económico y más empleo a cambio de mayor desigualdad.
El europeo cuenta con unos niveles más altos de desempleo pero mayor cohesión social.
Junto a ellos existe un tercer modelo, el asiático, que compite en el mundo globalizado, pero que no puede ser considerado un modelo autónomo de desarrollo, sino una variación del norteamericano. Lo integran Japón, que tiene características propias, y los NPIA, que registran un espectacular crecimiento, pero a costa de autoritarismo político en algunos casos y todavía escasos derechos sociales.
6. DESARROLLO SOSTENIBLE.
Las opiniones públicas se mueven crecientemente hacia el ideal de encontrar un desarrollo sostenible, en el que se equilibren el desarrollo económico, las necesidades humanas y la preservación del medio ambiente. El “desarrollo sostenible” se contrapone a los modelos de “crecimiento ilimitado” y de “crecimiento 0”. Debe afrontar dos grandes problemas: la desigualdad entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado,y la crisis ecológica.
Si el Tercer Mundo produjera tanto como el Primero no habría recursos naturales y energéticos suficientes sin destruir el equilibrio ecológico del planeta y la propia especie humana. Hay que cambiar el estilo de vida, hay que evitar que la solución del subdesarrollo sea la destrucción medioambiental (desforestación de Amazonia, desertificación, contaminación, etc.).
Es precisa una conciencia internacional para salvar a la Tierra de un futuro devastador, para satisfacer las necesidades primarias de la población mundial, para salvar el medio ambiente. Los valores de solidaridad y paz deben extenderse.
Las soluciones están basadas en:
1) Nuevas estrategias económicas. Mayor ahorro de energía, reciclaje, sustituir tecnologías anticuadas basadas en recursos no renovables, reforestación, lucha contra la erosión, etc.
2) Control demográfico. Frenar el crecimiento demográfico del Tercer Mundo, con un control de la natalidad, que pasa sobre todo por la educación y la igualdad de la mujer.
3) Distribución de la riqueza. Arreglo de la deuda externa actual, aumento de la ayuda, créditos e inversiones en el Tercer Mundo.
Se habla de crear una conciencia de la crisis, y de la necesidad de cambiar el modo de organizar la producción. La teoría del desarrollo “sostenible” propugna que la peor contaminación es el hambre y el subdesarrollo, y que sin crecimiento económico no se puede generar los recursos económicos ni favorecer los avances tecnológicos necesarios para garantizar a largo plazo una adecuada protección del medio ambiente. No es factible un “crecimiento cero”, pero sí un “desarrollo sostenible”, capaz de satisfacer las necesidades del presente pero sin poner en riesgo la satisfacción de las necesidades del futuro. En un mundo con límites de espacio, agua, alimentos, materias primas y fuentes de energía, su despilfarro presente es un desastre en el futuro.
No puede resolverse el problema del medio ambiente sin resolver paralelamente el problema del desempleo y del insuficiente bienestar. Y ello, a escala mundial, pues somos interdependientes, todas las sociedades y países. Las propuestas de los partidarios de esta teoría son: favorecer el sector económico medioambiental, gravar fiscalmente la sobreutilización del medio ambiente (el “principio del causante”, o “quien contamina, paga”), hacer un uso más eficiente de los recursos, reducir el consumo, cambiar la cultura y las actitudes sociales y, finalmente, construir una sociedad planetaria libre, justa, solidaria, integrada, respetuosa con el hombre y el medio ambiente.
Concepto y soluciones para una desarrollo sostenible.
Se considera el desarrollo sostenible como un proceso de cambio continuo -en lugar de un estado de armonía fijo- en el cual la utilización de los recursos, la orientación de la evolución tecnológica y la modificación de las instituciones están acordes con el potencial actual y futuro de las necesidades humanas. Su filosofía subyacente es la equidad y el interés común de las sociedades y ecosistemas globalmente interdependientes. Su estrategia prioritaria es la de revitalizar el crecimiento como condición, necesarias pero no suficiente, para la eliminación de la pobreza absoluta; cambiar la calidad del crecimiento sobre bases reales del capital ecológico que lo sustenta; satisfacer las necesidades humanas esenciales: asegurar un nivel sostenible de la población; conservar y aumentar los recursos de base; dar una nueva orientación a la tecnología y al control de riesgos; conciliar economía y medio ambiente en la toma de decisiones, y, finalmente, introducir profundos cambios en las relaciones internacionales y modificar los esquemas de cooperación mundial.
Se pretende encontrar un desarrollo sostenible, en equilibrio entre el desarrollo económico, las necesidades humanas y la preservación del medio ambiente. Se contrapone a los modelos de “crecimiento ilimitado” y de “crecimiento cero”.
La teoría del desarrollo sostenible afronta dos problemas esenciales e interrelacionados:
- La desigualdad entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado.
- La crisis ecológica.
Si el Tercer Mundo produjera tanto como el Primero no habría recursos naturales y energéticos suficientes sin destruir el equilibrio ecológico del planeta y la propia especie humana. Hay que cambiar el estilo de vida, hay que evitar que la solución del subdesarrollo sea la destrucción medioambiental como se ve en la desforestación de Amazonia, desertificación, contaminación, etc.
Hay que crear una conciencia de la crisis del Planeta y de la necesidad de cambiar el modo de organizar la vida humana y la producción. La teoría del desarrollo “sostenible” propugna que la peor contaminación es el hambre y el subdesarrollo y que sin crecimiento económico no se puede generar los recursos económicos ni favorecer los avances tecnológicos necesarios para garantizar a largo plazo una adecuada protección del medio ambiente. No es factible un “crecimiento cero”, pero sí un “desarrollo sostenible”, capaz de satisfacer las necesidades del presente pero sin poner en riesgo la satisfacción de las necesidades del futuro. En un mundo con límites de espacio, agua, alimentos, materias primas y fuentes de energía, su despilfarro presente es un desastre en el futuro.
No puede resolverse el problema del medio ambiente sin resolver paralelamente el problema del paro, del insuficiente bienestar. Y ello, a escala mundial, pues somos interdependientes, todas las sociedades y países.
Sus apóstoles son John M. Keynes y Arthur Pigou, un discípulo del ortodoxo Marshall, que en los años 30 alertó de los fallos del mercado y teorizó el estado del bienestar con intervención correctora fiscal del Estado.
Las soluciones son: favorecer el sector económico medioambiental, gravar fiscalmente la sobreutilización del medio ambiente (el “principio del causante”, o “quien contamina, paga”), hacer un uso más eficiente de los recursos, reducir el consumo, cambiar la cultura y las actitudes sociales y, finalmente, construir una sociedad planetaria libre, justa, solidaria, integrada, respetuosa con el hombre y el medio ambiente.
En contraste con la teoría anterior, para cerrar el abismo de desarrollo entre Occidente y el Tercer Mundo muchos expertos (los del FMI y del Banco Mundial entre otros) defienden -como para las sociedades avanzadas- las soluciones neoliberales, dentro del llamado “pensamiento único”, muy cercanas a las teorías del crecimiento ilimitado, aunque algunas propuestas son asumibles, las últimas sin duda:
- Estabilizar y liberalizar las economías, suprimiendo las subvenciones a los precios y el empleo encubierto en el sector público. Disminuir los impuestos y los gastos del Estado. Reducir la inflación y la Deuda pública. Privatizar las empresas públicas. Eliminar los monopolios públicos.
- Eliminar el proteccionismo basado en rígidas normas laborales y permitir el libre movimiento de la fuerza laboral entre los países. Suprimir el salario mínimo y reducir las indemnizaciones del desempleo. Es polémica porque esto encubre una explotación laboral inmisericorde.
- Eliminar las normas medioambientales, para dar prioridad al crecimiento. Es polémica porque supondría la destrucción de recursos perecederos y la contaminación masiva.
- Liberalizar los intercambios internacionales, eliminando las ineficientes trabas aduaneras, en bienes, servicios, capitales, mano de obra.
- Reforzar la eficacia del Estado con inversiones en infraestructuras, sanidad y educación y una reforma fiscal eficaz —haciendo que paguen realmente los más ricos—. Gastos sociales mínimos, excepto para muy pobres y muy ancianos.
- Refinanciar la deuda pública y exterior y aumentar el ahorro.
Una política de la ONU de desarrollo justo.
- Crecimiento con empleo: La calidad de vida reside en el empleo de la mayor parte de la población.
- Crecimiento equitativo: Los frutos del crecimiento deben beneficiar a toda la población.
- Crecimiento con voz: Los países subdesarrollados deben democratizar sus sistemas políticos.
- Crecimiento arraigado: La identidad cultural de la población debe preservarse.
- Crecimiento con futuro: Respetar los recursos naturales.
Cada objetivo de desarrollo sostenible (ODS) establece una serie de metas a cumplir para llegar al objetivo.
¿Cuáles son los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible a alcanzar en la Agenda 2030?
1. Acabar con la pobreza.
2. Hambre cero.
3. Salud y bienestar.
4. Educación de calidad.
5. Igualdad de género.
6. Agua limpia y saneamiento.
7. Energía asequible y no contaminante.
8. Trabajo decente y crecimiento económico.
9. Industria, innovación e infraestructura.
10. Reducción de las desigualdades.
11. Ciudades y comunidades sostenibles.
12. Producción y consumo responsables.
13. Acción por el clima.
14. Vida submarina.
15. Vida de ecosistemas terrestres.
16. Paz, justicia e instituciones solidarias.
17. Alianzas para lograr los objetivos.
El desarrollo humano relaciona la riqueza material (contabilizada en el PIB) y la felicidad (basada en valores subjetivos).
El desarrollo humano, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es aquel que sitúa a las personas en el centro del desarrollo. Trata de la promoción del desarrollo potencial de las personas, del aumento de sus posibilidades, y del disfrute de la libertad para vivir la vida que valoran. La publicación más importante sobre desarrollo humano es el Informe Anual Mundial sobre el Desarrollo Humano del PNUD. La ONU ha fijado unos Objetivos de Desartollo Sostenible (ODS).
El editorial La sostenibilidad como objetivo [“El País” (4-VI-2022) / https://elpais.com/opinion/2022-06-04/la-sostenibilidad-como-objetivo.html] incide en que los países pobres padecen de forma más directa el incumplimiento de los objetivos medioambientales de los ricos:
‹‹La Agenda 2030 de Naciones Unidas se creó en 2015 con la ambiciosa finalidad de lograr el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Su eficacia se evalúa anualmente y el jueves se hizo público el último informe sobre los progresos que los 193 países firmantes han hecho en el último año. España figura entre los Estados que registran avances, pero está lejos de invitar al conformismo: mejora levemente su puntuación (de 79,5 a 79,9 puntos) y su posición general, pero sigue sin haber avances en producción y consumo responsable ni en los usos del suelo.
Los efectos más negativos de las crisis globales recaen en los países más pobres y menos preparados para resistirlas. La pandemia ha afectado más gravemente a los que están más lejos de cumplir los objetivos de desarrollo sostenible, pero son a la vez los que padecen de forma más directa las consecuencias de su incumplimiento, en una especie de círculo vicioso. A la cabeza de los más cumplidores figuran Finlandia, Dinamarca y Suecia, y cierran el listado Sudán del Sur, República Centroafricana y Chad. Los 25 primeros a la hora de cumplir son europeos.
Podría pensarse que es una consecuencia natural del grado de desarrollo económico, social y político y, en parte, es así. Sin embargo, no hay que pasar por alto que la situación se agrava por los efectos que el modelo económico de los países desarrollados tiene sobre el conjunto. El Índice Internacional de Efectos Indirectos de 2022, incorporado en este informe, subraya que los países ricos generan efectos secundarios socioeconómicos y ambientales negativos, entre otras cosas, a través de las cadenas de suministro de las empresas occidentales y prácticas comerciales corrosivas, como la contratación de mano de obra más barata con menos derechos o la extracción de materias primas sin generar valor en países de origen. De ahí la importancia de contar con una Agenda como esta, que integra también estos tres pilares para buscar soluciones en las demás esferas, como un todo articulado que afecta a la vez al medio ambiente —cambio climático, salud de los ecosistemas, agua segura—, a los aspectos sociales —educación, género, trabajo digno— y a los factores de carácter político.
El cambio de modelo que buscan los ODS solo será posible si, además de actuar en sus respectivos países, todos de forma coordinada son capaces de transformar elementos clave de su modelo económico y articular políticas globales de desarrollo en foros multilaterales. La pandemia ha mostrado la interdependencia del mundo actual y que ningún gran reto se podrá abordar sin esa perspectiva global. Tanto la pandemia como la actual guerra en Ucrania imponen retrocesos en ese largo recorrido y aumentan el coste final que exigirá alcanzar los objetivos de sostenibilidad. La responsabilidad de los países desarrollados empieza por interiorizar una de las lecciones cruciales de la pandemia: mientras todo el mundo no esté a salvo, nadie lo estará.››
CONCLUSIONES.
La revolución tecnológica nos permite disponer de medios nunca conocidos para aumentar la productividad agrícola y de producción de alimentos, para producir energía con menos contaminación, para curar las enfermedades y para difundir la cultura (mediante la informática), pero si conservamos el conocimiento tecnológico sólo en el mundo desarrollado y no lo extendemos a todo el planeta no conseguiremos nada a largo plazo.
Al mismo tiempo, deben ceder las tensiones militares y políticas a escala internacional, lo cual será favorecido por la desaparición de los grandes bloques que marcaron la política de la segunda mitad del siglo, lo que permite asignar grandes recursos financieros a otros destinos. Es una oportunidad única para construir una nueva fase de desarrollo para la Humanidad , que no esté reñido con el futuro.
Se precisa una conciencia de solidaridad internacional para salvar a la Tierra de un futuro devastador, para satisfacer las necesidades primarias de la población mundial, para salvar el medio ambiente. Los valores de solidaridad y paz deben extenderse. Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), de carácter privado y sin finalidad de lucro, formadas por voluntarios, están contribuyendo de un modo eficacísimo a cambiar las ideas de la opinión pública y a implicar a las sociedades occidentales en el compromiso de ayudar verdaderamente al Tercer Mundo.
A partir de estas bases de la utilización de las nuevas tecnologías, de una verdadera paz mundial y de la conciencia de solidaridad internacional, las soluciones serían:
- Nuevas estrategias económicas. Mayor ahorro de energía y reciclaje, sustituir tecnologías anticuadas basadas en recursos no renovables, reforestación y lucha contra la erosión, reforma de la propiedad agraria, apoyo a la agricultura de alimentos antes que a la comercial, desarrollo de la industria ligera, aumento de los precios de las materias primas...
- Control demográfico. Frenar el crecimiento demográfico del Tercer Mundo, con un control de la natalidad, que pasa sobre todo por la mejor educación y por la igualdad de la mujer. Esto choca con la resistencia de las sociedades tradicionales (con valores religiosos, éticos y culturales muy natalistas). La Conferencia sobre Población, realizada en El Cairo en septiembre de 1994, supuso un esfuerzo de diálogo en la comunidad internacional, para establecer unos acuerdos mínimos de control de natalidad, de planificación familiar, de derechos y desarrollo social de la mujer. Parece evidente que políticas de educación e igualdad de la mujer son las más efectivas para este fin, como lo demuestra la reducción de la natalidad a la mitad en Colombia y México.
- Distribución de la riqueza. Arreglo de la deuda externa actual, aumento de la ayuda, créditos e inversiones en el Tercer Mundo, políticas sociales justas y equilibradoras.
En la Asamblea del FMI en Hong-Kong, en 1997, se constató la estabilidad del crecimiento económico en el mundo, la prosperidad creciente en muchos países del Tercer Mundo, el progreso del comercio internacional, la liberalización de la circulación de capitales y de inversiones, al tiempo que seguía aumentando la población mundial por debajo del umbral de pobreza. El director del FMI, Camdessus, aseguraba: “Sin igualdad será imposible tener estabilidad en el mundo” y la desigualdad y la pobreza pueden actuar como una “bomba de relojería”.
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